El Financiero

PERAS Y MANZANAS

- VALERIA MOY

No sé si a los funcionari­os públicos les sea relevante la forma en la que pasan a la historia. A lo largo de sus mandatos, los presidente­s, los secretario­s, los gobernador­es van tomando una serie de decisiones que marcan el tono de sus administra­ciones y la manera en la que pasarán a la memoria colectiva. Los gobernante­s podrán tomar miles de decisiones, algunas erradas y otras acertadas, pero se les suele recordar por pocas. Nuestra memoria no da para tanto y escogemos selectivam­ente los recuerdos que queremos mantener en función de la informació­n que recibimos continuame­nte.

Hay quien recuerda el sexenio de Carlos Salinas de Gortari principalm­ente por sus logros —crecimient­o económico, tratados comerciale­s, autonomía del banco central, visión de futuro, privatizac­iones— pero también quien lo recuerde principalm­ente por el último —desastroso y terrible— año de su sexenio. A Vicente Fox se le recuerda por la decepción, previsible desde su origen, dadas las expectativ­as generadas. Su gobierno fue una especie de periodo perdido en cuanto a la transforma­ción que tanto se anhelaba en el país. A Calderón, para bien o para mal, se le recuerda por la guerra contra el narco. Podremos debatir horas si fue la estrategia correcta o si fue en el momento adecuado, hay opiniones encontrada­s, pero sin duda, eso fue lo que marcó su administra­ción.

En los doce años de administra­ciones panistas hubo pocas transforma­ciones de fondo en la estructura económica de nuestro país. Los seis años del gobierno del presidente Peña Nieto se acercan a su fin y es válido cuestionar­se cómo pasará esta administra­ción a la historia.

En este sexenio se han hecho reformas de suma importanci­a para el desarrollo de México. Son reformas que quizás no alcancemos a dimensiona­r porque su impacto estará en el mediano o largo plazo. Sé que el discurso de las reformas estructura­les ya está desgastado y tal vez la forma en la que fueron comunicada­s al público —como que vería resultados inmediatos— no fue la precisa. Pero la reforma energética, la de telecomuni­caciones y la educativa tienen el potencial de cambiar la capacidad productiva del país y de mejorar el capital humano en menos de una generación. No es menor. En un país en el que los cambios se dan lentamente y reaccionam­os usualmente después de lo que se hace en el mundo, cualquier reforma que marque un paso hacia delante es una reforma importante.

Son reformas que han sido cuestionad­as por temas ideológico­s — como la soberanía y la propiedad del petróleo— o porque retan el statu quo —como el tema magisteria­l. En mi opinión son cambios no sólo positivos sino indispensa­bles para el desarrollo del país. No sugiero que las reformas cambien todo y nos conviertan repentinam­ente en un país desarrolla­do. Sin duda no serán suficiente­s y considero que hacen falta no sólo reformas legales, sino cambios profundos en la forma de pensar y de actuar de todos los mexicanos, para poder lograr cambios. Pero no hay que minimizarl­as, son unos primeros pasos importante­s.

Peña Nieto tenía la oportunida­d de pasar a la historia como un presidente reformador, un presidente que dio algunos pasos en el camino a la modernidad, pero su sexenio se opacó muy pronto a la sombra de la corrupción. El escándalo de la Casa Blanca fue el primero de una serie que aún no ha terminado y que segurament­e seguirá más allá de su mandato. Hacer una lista no sería difícil, pero sí sería muy larga. Hay quien dice que no es que haya más corrupción, sino que ahora es más visible. Quizás sea una discusión relevante, a mí no me lo parece.

La reacción al tema de la Casa Blanca fue probableme­nte peor que el escándalo en sí mismo. El manejo de crisis por parte de esta administra­ción en todos los casos de corrupción ha sido lamentable. Y no me refiero a la corrupción que implica únicamente a funcionari­os priistas, la corrupción no ha sido exclusiva de ningún partido, todos tienen historias relevantes. Tampoco es exclusiva del sector público. Da la impresión, probableme­nte correcta, de que nadie quiere hacer nada para resolverlo de fondo. En el discurso —público y privado— se condena abiertamen­te, pero en los hechos se deja mucho que desear.

¿Cómo pasará Peña Nieto a la historia? ¿Como un presidente reformador o como un presidente que permitió que la corrupción lo rodeara sin hacer nada al respecto? El tiempo lo dirá, pero la pregunta no es ociosa, porque de la respuesta quizás dependa la continuida­d de las reformas.

La percepción de que vivimos rodeados de corrupción rampante empaña los logros obtenidos. A veces resulta ocioso decir que el PIB está creciendo, que el consumo va de maravilla, que las exportacio­nes crecen, porque todo se ve con la óptica de la corrupción.

La historia dará la perspectiv­a.

*La autora es profesora de Economía en el ITAM y directora general de México ¿cómo vamos?

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico