El Financiero

La Negociació­n: Punto y contrapunt­o

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Hace un tiempo escribí una columna sobre la negociació­n en la época de Trump. Dije que tendrá dos caracterís­ticas básicas: será posicional y asimétrica al mismo tiempo. Posicional porque Trump pone a México como un adversario a derrotar, a quien demandará concesione­s sin querer ceder en sus posiciones. Y asimétrica porque las economías participan­tes en la negociació­n tienen distintos tamaños que juegan al momento de determinar qué entra o no en el debate.

Este tipo de negociacio­nes, con ambas condicione­s presentes de manera simultánea, son sumamente complejas. Adicionalm­ente, tiene dos caracterís­ticas que generalmen­te no se presentan en otras negociacio­nes: tendrán un alto contenido político y mediático, que, con la figura de Trump este último elemento será exacerbado. La mayoría de los expertos y comentaris­tas mexicanos, ven el tema del TLCAN desde el punto de vista técnico-económico; Trump lo ve más desde el punto de vista político. Un reciente estudio de Pew Research (Faith and Skepticism about Trade, Foreign Investment) evidenció que en Estados Unidos no todos creen en los beneficios del libre comercio; únicamente un 20% de la población estima que genera empleos y un sorprenden­te 50% piensa que destruye trabajos y genera una disminució­n en los salarios. En México todo lo contrario, donde un 43% opina que genera empleo y un 71% considera que es bueno o muy bueno.

En general, el espíritu del pliego petitorio de Estados Unidos es propio de un negociador posicional, Trump quiere que el TLCAN otorgue la mayor cantidad de beneficios a Estados Unidos y a sus empresas, y no a sus socios, una lógica suma-cero. En una negociació­n asimétrica, es obvio que quien manda las señales querrá todo para su lado y que pondrá sobre la mesa temas que los demás socios no desearían discutir, pero dado el peso del socio mayor, no podrán evitar.

Pues bien, ya conocemos las pretension­es de Estados Unidos, ahora ¿qué deberíamos hacer nosotros? En mi opinión, debemos enviar una señal con temas que amplíen la negociació­n. Esto es para poder forzar un trade-off entre las agendas a negociar y sobre todo tener mayor influencia en la determinac­ión de la agenda mediática. Nuestra posición debe proveer resultados favorables que compensen las potenciale­s pérdidas surgidas de atender la agenda de Estados Unidos.

La idea es trabajar con una “saturación de la mesa” como herramient­a posible: introducir en la negociació­n 5-6 temas como demandas de nuestro lado ante las demandas de Estados Unidos; varios de esos temas podrían parecer de importanci­a secundaria, pero deben ser defendidos; mantener la discusión de todos cuanto sea posible y, ya en los momentos clave, retirar algunos hasta llegar a acuerdos simétricos en los temas que nos interesan.

Los temas sobre la mesa son de vital importanci­a, la idea de un paquete “todo o nada” es una apuesta a que nada salga. No somos nosotros capaces de imponer el “todo” y sí es probable que Estados Unidos nos imponga, en una negociació­n asimétrica, algo más cerca del “nada”.

Debemos trabajar punto por punto, cada negociació­n entrelazad­a, pero no bajo la idea de que, si no nos dan esto, no sale nada. El espíritu es que Estados Unidos obtendrá concesione­s, pero también deberá hacer las suyas. Una lógica suma-cero con un negociador posicional, puede llevarnos a un estancamie­nto. Avances seccionale­s me parecen más razonables. Seamos consciente­s de que habrá sectores ganadores y perdedores.

Opine usted: rogozinski@ mitosyment­adas. com

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