LA NIÑA QUE LLORÓ GRANIZO
DE ORIGEN POLACO, ANNA ZARNECKI ENCONTRÓ EN MÉXICO UN REFUGIO DESPUÉS DE SIBERIA
Tenía 13 años cuando estalló la Segunda Guerra Mundial. Sus años adolescentes transcurrieron en medio del horror y la desesperanza, pero su espíritu se mantuvo firme.
Anna Zarnecki es una sobreviviente de un campo de trabajos forzados en Siberia. Pasó dos años en refugios, antes de llegar a México con su familia, como parte de los mil 500 polacos que el país acogió en 1943.
Tiene 91 años y ha sido testigo de cómo la guerra, entre sus múltiples consecuencias, cambió la geografía y, con ello, la historia de cientos de familias en Europa. Su natal Turmont, en Polonia, fue anexada a Rusia y Anna no volvió nunca, ni siquiera cuando inauguró una muestra de su obra pictórica en el Museo de Bellas Artes de Varsovia, en 1979.
“Todavía era tiempo de comunismo, entonces pensé ¿para qué voy?, ¿para qué me lleven otra vez a Siberia? Preferí no correr el riesgo”, cuenta en entrevista en su estudio, cercano a las instalaciones de la Cruz Roja, la institución humanitaria con la que ha colaborado durante casi medio siglo y con la cual tuvo un primer contacto cuando estuvo recluida en La Llave Negra, una comunidad rusa de trabajos forzados.
“Me estaba muriendo de hambre, el único alimento que teníamos era una olla de agua con harina. La señora de la casa donde vivía con mi mamá y mi hermana era de las viejas ricas a la que habían despojado de todo y se compadeció de nosotras; a diario nos daba un pedazo de pan y un vaso de leche”, comparte.
El invierno en Siberia era atroz. Los polacos recluidos en La Llave Negra tenían que cortar leña a temperaturas de hasta 50 grados bajo cero.
“Yo lloraba y se me hacían granizos de los ojos. Fue un tiempo muy difícil. Pasamos dos años en Siberia, hasta que se formó el Ejército Polaco del gobierno que estaba en el exilio, que se puso de acuerdo con Rusia para dejar en libertad a las familias de los hombres que estaban en la cárcel, si entraban al Ejército”, cuenta.
Eran 35 mil polacos los que encontraron refugio en distintos países. Antes de llegar a México, la familia de Anna Zarnecki vivió en campamentos de refugiados en Persia (actualmente Irán) y en India. Una larga travesía por el continente Asiático y el Océano Pacífico, hasta arraigarse en este país.
En Siberia recibió ayuda humanitaria de la Cruz Roja Internacional, que enviaba cajas con alimento y artículos personales a las zonas de conflicto.
“Eso me salvó la vida. Había azúcar, sal, conservas y algo de ropa, que vendimos para comprar harina y hacer pan. Era una felicidad tan grande recibir esa caja. He trabajado más 45 años en la Cruz Roja como voluntaria por agradecimiento. En las grandes catástrofes, la diferencia entre la vida y la muerte puede ser esa ayuda”.
ALTRUISMO Y DIVINIDAD
Zarnecki fue Presidenta Nacional del Comité de Damas Voluntarias y del Comité de Asuntos Internacionales; desde el año 2000 es Consejera Nacional del organismo.
Discípula de Alfredo Guati Rojo y Rodolfo Aguirre Tinoco, comenzó su