42.195 kilómetros en primera persona
2:17:28 horas
2:36:16 horas
Que quede claro. La satisfacción de superar la Maratón de la Ciudad de México no tiene comparación y es permanente. Este año en particular, ingresar al estadio Olímpico Universitario por el túnel rumbo a la pista de tartán, como lo consiguieron sólo 57 atletas en los Juegos de 1968, es una sensación difícil de expresar en palabras. Sin embargo, las mejoras a la organización siempre son posibles.
Llegar a la salida fue la primera meta. Y la cumplí en tan sólo 2:40 horas después de despertar. “El origen de mi ruta” fue: casa-estación del Metro Pino Suárez-calle Regina-avenida 20 de noviembre. Todo sin señalización, ni GPS. Total, “preguntando se llega a Roma”.
Cuarenta minutos después de esperar en el “corral” y viendo a los atletas elite superar más del primer cuarto de la ruta, llegó el paso para nosotros, los aficionados. No los últimos, porque aún había más detrás.
Clima perfecto, escenario ideal para trotar –en lo que se disuelve el pelotón y se rebasa a los que hicieron trampa con el tiempo de su registro– junto a la Catedral y comenzar a recorrer la Ciudad por Paseo de la Reforma.
Aun en el tramo más ligero del trayecto, los primeros 10 kilómetros, comenzaron a parar algunos de los 40 mil participantes, a pesar de que conforme se avanzaba hacia Polanco, el apoyo del público era cada vez mayor.
Con la primera parte cumplida, la confianza supera los nervios. Error para quienes decidimos debutar en un Maratón en la CDMX. La pendiente e inclinación del circuito Gandhi, junto con la irregularidad del piso dentro del Bosque de Chapultepec, comenzaron el calvario.
Con la entrada a la Condesa llegó la recta final y la euforia de la gente que –prácticamente hasta la meta, incluido Insurgentes Sur– convirtió las calles en tienda de abarrotes: dulces, frutas, refrescos, gel, pan dulce… Un gran gesto para quienes les cruza por la mente finalizar su participación, pero definitivamente una gran complicación en el espacio, al reducir los carriles, ya de por sí atascados de atletas.
Los sanitarios se ubicaron cada 7.5 kilómetros del recorrido. Algunos –en su mayoría hombres– no pudieron esperar y convirtieron la glorieta de Cuitláhuac (kilómetro 4) en el primero de varios grandes baños públicos, ante la complacencia de los policías.
LA META (NO) CUMPLIDA
A las 2:18:31 horas llegó Juan Luis Barrios a la meta. Delante de él los tres integrantes del podio de la edición XXXV de la justa capitalina. El ganador –como ocurre ininterrumpidamente desde 2010 en la rama varonil–, un africano: Fikadu Kebede (2:17:28), de Etiopía. Los gritos de apoyo para Barrios desde que se oyó su nombre antes de entonarse el himno mexicano en la salida, y durante su paso en los cruces en la ruta con el resto de los participantes, no fueron suficientes para que el fondista alcanzara a los punteros.
En la rama femenil tampoco hubo espacio para el talento nacional, después de que la peruana Gladys Tejeda (2:36:14) repitiera su triunfo de hace cuatro años. La sudamericana incluso se dio el gusto de romper el récord de la competencia –el cual impuso en 2013– y dominó ampliamente al entrar en solitario al estadio Olímpico Universitario. Este reportero terminó la ruta histórica en 4:36:43 horas.