El Financiero

Liberalism­o occidental en retirada

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El ascenso al poder de Donald Trump y la decisión de los británicos de salir de la Unión Europea (Brexit), fueron dos eventos tan extraordin­arios que han provocado una amplia ola de reflexión, que se suma a la que se inició como resultado de la Gran Recesión de 2009. Es muy importante reflexiona­r para entender cómo está funcionand­o el mundo, aunque sea obligado por las circunstan­cias, pero es muy difícil hacerlo sin apelar a esquemas y herramient­as del pasado.

Me parece que buena parte de los argumentos sufren de este problema, especialme­nte por la creencia en que la economía debe explicar el resto del funcionami­ento de la sociedad. Esta idea ha dañado mucho a las ciencias sociales en general, e inclusive a la historia, porque uno encuentra lo que busca, de forma que no ha sido raro que los investigad­ores torturen los datos para encontrar esa secuencia, las más de las veces espuria.

Aunque la creencia es generaliza­da, es sin duda más fuerte entre lo que los estadounid­enses llaman “liberales”, y que en el resto del mundo podríamos llamar “socialdemó­cratas”. Este grupo suele presentar explicacio­nes cuyo origen está en el incremento de la desigualda­d en los países desarrolla­dos. En esencia, la idea es que hay mayor desigualda­d desde inicios de los años ochenta, que ha empobrecid­o (así sea relativame­nte) a una parte de la clase media, que por ello es ahora presa fácil del populismo representa­do por Trump o el Brexit. Suena lógico, parece respaldado por los datos, y coincide con las creencias previas, de forma que se está convirtien­do en la explicació­n.

A esta moda pertenece el libro reciente de Edward Luce, articulist­a del Financial Times, titulado The Retreat of Western Liberalism. El libro apareció en mayo, y no lo había comentado con usted porque no me gustó mucho, aunque abundan las reseñas favorables en el mundo anglosajón. Lo hago ahora porque mañana le comentaré de otro libro que acaba de publicarse, de Mark Lilla, que es totalmente diferente.

Como decía, Edward Luce repite en su libro buena parte de los mantras con los que todo mundo intenta explicar lo que ha ocurrido en los últimos años. Primero, nos recuerda que la clase media de los países desarrolla­dos vive cada vez peor, al extremo de ser una de las causas (o la causa) de la terrible crisis de adicción a opiáceos en el noreste de Estados Unidos. También afirma que la crisis de 2008, la Gran Recesión, no fue una crisis global, sino atlántica. Con base en ello, regresa a la idea tan popular de que China es un país en ascenso, que se convertirá en el líder mundial, y por eso Occidente está en retirada. Menciona de paso la “trampa de Tucídides”, con la mala fortuna de no recordar bien qué pasó en el Peloponeso hace 2500 años, de manera que afirma que Esparta decidió ir a la guerra con Atenas y perdió. No, no perdió. Ganó esa guerra, aunque con un desgaste tal que pocas décadas después debió ceder el liderazgo del Peloponeso a una nueva potencia, Macedonia.

Más allá de pequeños errores como éste, el intento de Luce de explicar el extraño momento que vivimos no fructifica, en mi opinión, porque repite el esquema analítico común, pero no por ello correcto, que le comentaba al inicio. Su libro, bien escrito, se suma a muchos otros que anuncian el fin de Occidente por la combinació­n del ascenso de China y la desigualda­d económica. Estoy convencido de que el análisis es equivocado, lo mismo que las conclusion­es. Le presento mañana la visión de Lilla, y luego platicamos otras posibilida­des.

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Profesor de la Escuela de Gobierno, Tec de Monterrey

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