Diálogo entre dos retratos
Estaban un día, antes de ser llevados a sus respectivas salas de exposición, dos retratos al óleo. En cada uno aparecía un hombre de mediana edad. Ni viejo ni joven a cual más. Tampoco apuestos. Mas eso sí, elegantes. El pintor, o pintores, habían exagerado un poco esa elegancia, pero qué retrato no es en esencia eso, una exageración. De pronto, un retrato le habló al otro.
Retrato de Pepe: Luis, ¿me oyes? Dime que sí porque me muero por preguntarte si esto está bien, si no es demasiado, si no me estoy equivocando por partida doble, porque si en verdad soy lo que dicen que soy esto es un error, si soy el tapado como para qué me expongo en el numerito de la develación en sendas ceremonias.
Retrato de Luis: Pepe, nunca vas a cambiar, ¿verdad? Apenas te vi, adiviné que tendríamos esta charla. Como tenías culpa pediste que te pintaran con un papel en la mano, como trabajando. Te la bañaste, como dicen en Monterrey. A ver, claro que no te estás equivocando. Porque de esto es de lo que hablamos desde la universidad, de tener el poder, y lo tenemos, y el poder es para usarlo. Y para retenerlo, dicho sea de paso. No me vas venir a decir a mí que no has oído eso que dicen de ti, que si no tiene escándalos, que si buen funcionario, pero que no te ven presidential. Pos mátamesta, que se chuten nuestras pinturas en todos los medios. Vas a ver cuántos te llaman para decirte, “qué bien saliste secretario”. Ya estoy oyendo a los lambiscones.
-Pufff, al principio me pareció hasta divertido, pero nomams, quitaron los candados y creo que hasta los perros me mueven la cola. De hueva. Pero no sé, Luis. ¿Era para esto el poder? La gente va a decir que si dos secretarios de Estado no tenían nada mejor que hacer dos días de la semana que andar de socialitos. Que si al presidente lo reprueba más del 80 por ciento y nosotros jugando a María Antonieta en cocteles en Palacio. Que si ya ni las formas guardamos. Y vas a ver cuando salgan las cifras de pobreza, nos van acusar de manipularlas como las del turismo. Nos odian Luis, con o sin razón nos alucinan.
-¿Quién nos odia? No te equivoques, no es odio, es envidia. Pepe, si nosotros no nos aplaudimos, entonces quién. No pueden con nuestro éxito. No pueden con la idea de que podemos repetir sexenio, bueno, tú ya llevas dos, pero en una de esas te va aún mejor. No pueden con que no pueden con nosotros. Ni el escándalo del impresentable de Gerardo nos detendrá. ¿Sabes por qué en México hay secretarios y no ministros? Porque alguien tuvo el tino de revisar el diccionario. Ministerio es servicio, los secretarios administramos se-cre-tos, y eso vamos a seguir haciendo, administrando el secreto mejor guardado: somos tan corruptos como pueblo, que se puede comprar a ese pueblo en las elecciones: a votantes, a prensa, a funcionarios. Ya déjate de cosas Pepe, sonríe. Anda. Eso, that’s my boy.
-Tienes razón, además no invitaron a las ceremonias al Chino. Uta, qué daría por ver su coraje aunque fuera en retrato jaja. Oye, pero para qué invitaron a Aurelio. Va a ir a las dos. No vaya siendo que al final el retratado en la prensa resulte él. -No, ése no sale ni yendo a la astróloga, jaja. -Hmm, no sé. -Oh, ya vas a empezar de nuevo.