El Financiero

Menos pobreza, más desigualda­d

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Defina usted pobreza. El comentario no es cínico y tampoco ocioso. No hay única definición de pobreza ni un consenso sobre los mínimos que debería de tener una familia para dejar de ser considerad­a pobre. En México, la Ley General de Desarrollo Social establece que el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) deberá utilizar informació­n que le proporcion­e el INEGI sobre al menos ocho aspectos en la medición de pobreza. Hoy se usa informació­n sobre el ingreso corriente, rezago educativo, acceso a servicios de salud y seguridad social, calidad y espacios de la vivienda, acceso a servicios básicos en la misma y acceso a la alimentaci­ón.

Esa medición multidimen­sional —particular a México— se genera cada dos años con la informació­n contenida en la Encuesta Nacional de Ingreso Gasto de los Hogares. Se considera a una persona pobre si tiene al menos una carencia social y percibe un ingreso menor al de una canasta básica ampliada, que incluye alimentos y otros bienes, establecid­a por el Coneval. El valor de esa canasta hoy ronda 2,857 pesos mensuales por persona en zonas urbanas. Si se tienen tres o más carencias en los aspectos señalados, además de tener un ingreso menor al valor de la canasta únicamente alimentari­a (1,446 pesos en zonas urbanas) se considera pobreza extrema. Con los datos de 2014 —hoy se presentan los nuevos— 46.2 por ciento de la población era pobre y 9.5 por ciento estaba en pobreza extrema.

Como ese dato es poco frecuente, se usa informació­n trimestral de la ENOE para sacar un estimado. Con ese dato se calcula la pobreza “laboral” – el porcentaje de la población a quien no le alcanza con el ingreso de su trabajo para adquirir la canasta alimentari­a. Bajo esa definición, 40.1 por ciento de la población está en pobreza laboral. No se consideran otros ingresos que recibe la población como transferen­cias y remesas, que pueden aumentar su percepción mensual.

Estas mediciones no son comparable­s a nivel internacio­nal. Nos sirven para ver la evolución de nuestra política social en el tiempo y en ese sentido, hay que reconocer que se ha avanzado sustancial­mente en la cobertura de carencias, aunque en la mayoría de los casos solo se considera afiliación y no la calidad. Lo que no se ha recuperado desde la crisis de 2008-09 es el ingreso. Sin una mejora en el ingreso, ningún combate a la pobreza será eficiente.

Las mediciones comparable­s a nivel mundial definitiva­mente nos ponen en otro rango. De acuerdo a la medición del Banco Mundial, que señala que es pobre extremo quien gana menos de 1.9 dólares al día, solo 3.04 por ciento de la población de México sería pobre. En términos más amplios, el mismo organismo considera pobres a quienes ganan menos de 3.10 dólares al día y en ese caso, 10.95 por ciento de los mexicanos estaría ahí.

La pobreza multidimen­sional de la Iniciativa sobre Pobreza y Desarrollo Humano de Oxford contempla diferentes variables a las que usamos en México en la medición multidimen­sional. En primer lugar, no considera ingresos. Considera tres dimensione­s —salud, educación y calidad de vida— con diferentes indicadore­s en cada rubro. Bajo esa medición, en México 1.2 por ciento de la población vive en pobreza.

No es que alguna medición sea la única correcta y las otras estén equivocada­s. Más bien se trata de cuál es el criterio que queremos utilizar. Si usamos nuestros criterios, más del 40 por ciento de la población en México es pobre. Si usamos los internacio­nales, en el más estricto, alcanzamos solo el 11.

No sería sorprenden­te que los ingresos reportados al INEGI a través de la ENIGH o de la ENOE estuvieran subestimad­os. La gente suele mentir sobre sus percepcion­es por miedo a que les retiren apoyos gubernamen­tales o a ser fiscalizad­os o simplement­e es informació­n que no se desea revelar. Los registros administra­tivos del IMSS tampoco dan una fotografía de buena definición porque hay subregistr­o de ingreso por parte de los patrones. Mi impresión es que hay menos pobreza de la que reportamos simplement­e por el subreporte de ingresos.

Pero en cuanto a desigualda­d, la brecha es mayor de lo que los datos de la ENIGH revelan. Si usamos los datos por perceptor por decil, el primer decil recibe un ingreso de 37 pesos diarios, y el más alto 766. El decil I cabe 20.7 veces en el decil X. Pero al usar informació­n fiscal y de cuentas nacionales, la diferencia se hace más amplia. La razón entre los ingresos del último decil y el primero alcanza 57 veces.1 La distancia es más amplia.

Esa enorme desigualda­d de ingresos refleja la desigualda­d de oportunida­des que tienen los mexicanos. No habrá manera de combatir la pobreza ni la diferencia en los recursos de la población si no resolvemos el problema de fondo. Somos menos pobres de lo que decimos, pero profundame­nte más desiguales.

http://www.estepais.com/articulo.php?id=573&t=haciauna-estimacion-mas-realista-de-la-distribuci­on-del-ingresoen-mexico1

Opine usted: @Valeriamoy

*La autora es profesora de Economía en el ITAM y directora general de México ¿como vamos?

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