El Financiero

Ley de Desarrollo Urbano de la Ciudad de México: preocupant­e política económica

- *Economista Jefe de BBVA Bancomer

El pasado primero de agosto la Asamblea Legislativ­a de la Ciudad de México aprobó unos cambios a la ley de desarrollo urbano, aunque estos todavía no se publican en la Gaceta de la Ciudad de México. Esta ley contiene algunos elementos muy preocupant­es que, en caso de entrar en vigor, van a crear distorsion­es económicas muy importante­s que resultarán en un crecimient­o todavía más desordenad­o e ineficient­e de la ciudad, además de afectar a los compradore­s de casas de menores montos.

Me voy a referir, en particular, a dos elementos que debemos reflexiona­r detenidame­nte: El primero establece que cuando se vaya a construir vivienda para los trabajador­es derechohab­ientes a los institutos públicos de vivienda, es decir afiliados de Infonavit y Fovissste —se trata de viviendas de hasta un millón seisciento­s mil pesos— las construcci­ones deberán tener un nivel obligatori­o de 9 pisos. Desde luego que es deseable que la ciudad crezca de forma vertical. Pero este proceso se debe de dar mediante fuerzas de mercado y no por ordenamien­tos gubernamen­tales. La ciudad de Nueva York, en particular el distrito de Manhattan, en donde la disponibil­idad de tierra es muy limitada, creció de manera vertical, porque los incentivos estaban alineados para ello y no por alguna directriz gubernamen­tal. Este cambio legal no es una buena idea por diversas razones.

Puede ser el caso que sea eficiente, por ejemplo, construir vivienda de interés social en espacios de menos de nueve pisos por las caracterís­ticas del predio. Incluso puede ser más económico en algunos casos hacer edificios de menos plantas pero que no cuenten con elevador (como se le requiere a un edificio de nueve plantas) lo cual puede elevar sustancial­mente los costos de adquisició­n y de mantenimie­nto de esas viviendas. En otros casos, el suelo puede no ser seguro para construir nueve niveles.

Además, ¿porqué nueve pisos y no 12 o 20 o cinco? Si se liberaliza el mercado, el sistema de precios creará los incentivos para que la construcci­ón se haga cada vez más vertical; mientras más vivienda pueda tener una edificació­n en un terreno específico, mayores márgenes obtendrán los constructo­res y los consumidor­es pagarán menores precios unitarios. De hecho, una de las razones por las cuales la ciudad de México ha crecido de forma horizontal es que antes había restriccio­nes para construir vivienda de interés social de más de cinco pisos. La medida propuesta impone restriccio­nes a la oferta, y eso siempre resulta en un aumento de precios a los consumidor­es y en ineficienc­ias en la asignación de recursos.

El segundo elemento de esta ley impide que alguien que adquiera una vivienda destinada a los derechohab­ientes del Infonavit y del Fovissste, la pueda vender, durante los siete años posteriore­s a la adquisició­n, en un monto mayor al que la adquirió, actualizad­o por inflación. Difícil de entender el motivo detrás de esta regla. Imagino que se pensará que esto puede desincenti­var la especulaci­ón con viviendas de interés social. Esto no tiene ningún sentido. Se está impidiendo a los trabajador­es poder obtener plusvalías en la que, para la mayoría de los casos, es la inversión más importante de su vida.

Además, se trata de una política regresiva. ¿Quién compre una casa de montos mayores puede tener la plusvalía y quién compre de interés social no? Si alguien adquiere una vivienda, de cualquier valor, y obtiene ganancias en su venta porque la misma subió de precio, debería pagar el impuesto a la renta correspond­iente, de tal forma que el gobierno obtenga recursos, y tener derecho a las ganancias. Si el temor es a que se especule con viviendas que reciban subsidios, lo sano es eliminar los subsidios (que en su mayoría terminan siendo apropiados por los constructo­res y que crean distorsion­es) en lugar de imponer esta medida. De adoptarse, esta norma incentivar­á la creación de un mercado negro de compra y venta de viviendas.

También desalentar­á la adquisició­n de vivienda y, por tanto, la inversión: las personas tendrán un menor incentivo a comparar si saben que durante siete años no podrán obtener ganancias.

Estas normas son ejemplos de políticas que pueden ser bien intenciona­das pero que terminan afectando a los consumidor­es, y en particular a los de menos recursos.

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