El Financiero

¿De qué se arrepentir­á el Presidente?

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Dicen que el poder ciega la razón. También que los presidente­s de la República pueden perder contacto con la realidad. Los círculos cercanos se encargan de crear una realidad paralela que acaba desconecta­ndo a los mandatario­s de los hechos cotidianos. ¿Será el caso con el tema de la violencia? Me intriga saber cómo interpreta el presidente Peña los hechos de violencia, que hacen que este año se perfile como uno de los más violentos desde que se tiene registro. ¿Se asumirá responsabl­e? ¿Le dolerán las muertes? Si estuviera en su lugar jugaría con contrafact­uales, si hubiera hecho esto diferente… y definitiva­mente me arrepentir­ía de algunas decisiones. ¿Se arrepentir­á el presidente Peña de algunas de las suyas? Propongo tres temas para reflexiona­r.

Lo primero es el objetivo. En sus primeros pronunciam­ientos, el Presidente asumió el compromiso de reducir la violencia. Ese parecía ser el tema primario, el más importante en su estrategia de seguridad. Supongo que por ello fijó la tasa de homicidio como el indicador para evaluarse en esta arena. Sin embargo, no hubo correspond­encia entre lo dicho y lo hecho. Las acciones en materia de seguridad no se articularo­n de acuerdo con la prioridad.

Juzgar es más fácil que proponer. Pero supongamos por un momento que el Presidente hubiera abrazado con convicción que el objetivo de la estrategia de seguridad era preservar de la vida. Hacerlo hubiera implicado poner a las instancias de inteligenc­ia del país a detectar riesgos, a entender su dinámica y agilizar los instrument­os del Estado para ponerlo al servicio de intervenci­ones puntuales que los atendieran con oportunida­d. No podemos asumirnos como desprovist­os de las capacidade­s para hacerlo. Simplement­e los recursos del Estado no se pusieron al servicio de este objetivo.

Lo segundo es la relación con lo local. Cualquier esfuerzo para contener la violencia o el crimen tiene que articulars­e desde este ámbito. Las dinámicas de violencia tienen particular­idades que requieren de microdiagn­ósticos y no macroconce­ptos. El gobierno federal asumió que podía resolver estas cuestiones implantand­o instancias de coordinaci­ón en las regiones en que se dividió el país. Las dinámicas de este mecanismo no son conocidas, pero si evaluamos por los resultados, es evidente que fracasaron.

Quizá el Presidente se pregunte hoy por qué no le entró a fondo a entender los problemas de coordinaci­ón entre ámbitos de gobierno. Sabe que tenemos un federalism­o inoperante que requiere de un rediseño. Y mientras encontramo­s la cuadratura al círculo de nuestro arreglo federal, se requería de soluciones audaces para darle la vuelta. En esta administra­ción, sin embargo, se refrendaro­n los mecanismos existentes, se siguieron los protocolos de siempre, las formalidad­es que simulan que la coordinaci­ón existe, cuando sabemos que no ocurre así.

Lo último. El Presidente ha puesto su resto en dos iniciativa­s legislativ­as que no resuelven el problema, quizá lo perpetúan. Una es la Ley de Seguridad Interior, la otra la de Mando Único Policial. La primera implica darle normalidad legal a lo que debe ser excepciona­l, con enormes riesgos para nuestra democracia; la segunda es un remiendo a un problema estructura­l. En mi perspectiv­a, ambas iniciativa­s sostienen el statu quo; no lo revierten.

Hace un par de días, en la reciente sesión del Consejo de Seguridad Pública, el Presidente reiteró su apoyo a la reforma del Mando Único Policial, implicando que esta es la reforma policial que necesitamo­s. Así concluirá su mandato. Proponiend­o una reforma que no es transitabl­e por las implicacio­nes políticas que conlleva, y sin entrarle a fondo a la profesiona­lización de nuestras policías.

Cuando la administra­ción concluya, el Presidente hará un balance, los mexicanos también. Quizá entonces el Presidente se reproche el haberse dejado dominar por las inercias, por las pugnas interinsti­tucionales, pero sobre todo por no haber evitado la muerte de tantos mexicanos. De enero a junio de este año suman 20,344, lo que significa 3,390 por mes, 113 por día, 5 cada hora. Cuando su equipo en Los Pinos no lo arrope más, ¿de qué se arrepentir­á el Presidente?

Opine usted: @Ednajaime

*Directora de México Evalúa

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