PAN amonraleado
En la política se dan efectos en cadena, se copian modelos exitosos y la novedad se desgasta rápidamente. Es un hecho que la gran novedad de estos días es el, hasta hace unos días imposible, rompimiento de Ricardo Monreal con Andrés Manuel López Obrador. Esta grieta en Morena estaba fuera de las expectativas de cualquier fanático de AMLO o de cualquier malqueriente. La rebelión de Monreal fue una novedad política.
Por su parte, el PAN se “amonraleó” por todos lados. El dirigente de ese partido encolerizó por un ataque personal de parte del gobierno y decidió meter a su partido en la bronca y romper con el gobierno –no es el primero en hacerlo previo periodo electoral, pero sí el primero en hacerlo por motivos personales. Toda su energía está, como desde el día que asumió el cargo, en su imagen. Paga desplegados de diputados y de presidentes municipales ¡en apoyo a él! A fuerza de estar concentrado en ese tema, las acusaciones que comenzaron en un periódico ahora son comentadas en todos los medios. Si alguien no sabía de las operaciones financieras en las que se embolsó millones de pesos, ahora ya medio mundo lo sabe. Ya le dicen “el caso Anaya”.
Romper con el gobierno no es cualquier cosa. Los legisladores panistas pueden no hacer nada –no sería novedad– y dedicarse a mentar madres. Por supuesto habría cosas que quedarían en el aire o por lo menos sin la importante participación del panismo, como los son los nombramientos en Banco de México, auditor, leyes de seguridad y más. Pero no sólo eso. Anaya presume el número de gobiernos panistas, ciertamente no son pocos, pero necesitan presupuesto. ¿Cómo lo van a negociar? ¿Con el PRI con el que no hay relación? ¿Con el gobierno con el que tampoco hay relaciones? Los gobernadores se pueden “amonralear” y distanciarse de su líder simplemente por cuestión de sobrevivencia de sus entidades.
Se entiende que no quieran aprobar al nuevo fiscal. Pero son de memoria corta los hoy rebeldes. Empezando por Ricardo Anaya, que votó a favor de reducir el número de senadores que aprobaban el pase automático. Lo redujo, con su voto, de dos terceras partes a mayoría simple. No es cualquier cosa. El fiscal siguiente requerirá las dos terceras partes, solamente el primero no. Por eso ahora el PRI requiere solamente tres votos y no veinte. Un regalo de Anaya y su gente para Peña en 2018.
Otro “amonraleado” en el panismo es el senador Javier Lozano. Se fue a Puebla a tantear el terreno, se dio cuenta que ahí también le cae pesado a la gente y que no ganará ninguna elección ni de jefe de manzana. Así que regreso a su escaño en el Senado y lo primero que hizo fue arremeter contra el presidente de su partido, y anunció su voto a favor del priista Cervantes. Infancia es destino y el panista Lozano ha hecho con esas declaraciones su solicitud de reingreso al PRI, la cuna que lo vio nacer.
Como si fuera poco, el senador Ernesto Ruffo –conocido también cariñosamente por el mote de “tontín”– la emprendió contra algunos de sus compañeros del Senado acusándolos de pertenecer a otro grupo del propio PAN –como si esto no fuera la norma en un partido y en la propia política. Ruffo reclama el voto de sus compañeros sin revisar los propios ni los de su líder.
En Morena hay un amonraleado. En el PAN todos amenazan con amonralearse y eso que no ha comenzado la selección de candidaturas. No suena bien.
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