El riesgo recesivo en 2018
Vaya contraste. Ayer, el INEGI dio a conocer que el índice de confianza del consumidor correspondiente a agosto creció por primera vez –a tasa anual– desde enero de 2016.
El nivel absoluto del índice está en su punto más alto desde junio del año pasado, es decir, desde antes de que se produjera el ‘Brexit’.
Pero, en contraste a esta buena noticia, la inversión fija bruta volvió a caer en junio, luego de que había registrado crecimiento en mayo.
Y lo peor es que en el rubro de construcción, se acumulan seis meses continuos de retrocesos.
Este cuadro corresponde a la realidad de la economía, en la cual, es el consumo el que ha mantenido a flote el crecimiento.
El problema es que las compras de las familias se desaceleran, lo que se ha visto de manera clara en los tres meses continuos de caída en la venta de autos.
Pareciera que el consumidor promedio, ya está llegando a sus límites de crédito para la adquisición de bienes duraderos, o, si no lo ha hecho, por lo menos ya está asumiendo sus nuevos gastos con mucha cautela.
Afortunadamente para la economía del país, al mismo tiempo que el consumo se desacelera, las exportaciones han aumentado el paso. Así, el menor crecimiento del mercado interno se ha compensado con una mayor expansión del mercado foráneo, lo que ha permitido que la economía en su conjunto siga creciendo y que sea viable pensar en una tasa superior al 2 por ciento al terminar el año.
La encuesta que Citibanamex realiza entre 25 instituciones estima un crecimiento de la economía para 2018 de 2.2 por ciento, parecida a la que se espera para este año.
Creo que la cifra que se está proyectando para el próximo año no está aún tomando en cuenta el impacto que la incertidumbre electoral puede provocar.
Ayer le comentaba el efecto que puede tener el hecho de que AMLO aparezca como el rival a vencer en los primeros meses del próximo año.
Hablando en los últimos días con empresarios de diversos tamaños, percibo la posibilidad de una posposición de inversiones en 2018, a la espera de dos definiciones.
Por una parte, la estrictamente electoral. Es decir, la del resultado del 1 de julio. Y la otra, la del significado de los resultados. Es decir, en el caso de que ganara AMLO, hay incertidumbre de qué es lo que realmente podría ocurrir.
De este modo, es muy factible que –al menos– hubiera posposición de inversiones y probablemente salida de capitales ante la incógnita respecto a la futura política fiscal.
Si, de por sí, la inversión va mal, un ingrediente de incertidumbre la podría colocar claramente en un tono recesivo.
El mundo a veces parece estar de cabeza. Resulta que, en el primer año de la gestión de Donald Trump, con todo lo que significa para México, es probable que las exportaciones mexicanas a la Unión Americana logren un máximo histórico y que hagan lo mismo las remesas enviadas por nuestros paisanos.
Pero también pudiera suceder que, aun si se resolviera positivamente la renegociación del TLCAN –que aún causa inquietud– podríamos tener una circunstancia de inestabilidad y menor crecimiento, como resultado de la incertidumbre asociada al proceso electoral.
Con esto en la mirada, el 2018 puede ser un año más complicado que el que estamos atravesando.