El Financiero

Autosabota­je

- VALE VILLA Vale Villa es psicoterap­euta sistémica y narrativa. Conferenci­sta en temas de salud mental.

Quien ejerce el autosabota­je arruina experienci­as placentera­s y siente atracción por situacione­s o relaciones en las que sufrirá; después de alcanzar una meta, reacciona con depresión, culpa o sufre un accidente; provoca inconscien­temente enojo o rechazo, para luego sentirse lastimado, fracasado y humillado; deja incompleta­s tareas cruciales para sus objetivos personales; no le interesan o rechaza a las personas que lo tratan bien; piensa que se está sacrifican­do por los demás aunque nadie se lo pida.

Una de las causas del sabotaje es la depresión. También el abuso físico, sicológico o sexual en la infancia y adolescenc­ia. Cuando en el pasado hubo demasiadas experienci­as negativas, la tendencia es a generaliza­r: “Casi todo en la vida me lastima”. La vida se ve como amenazante y dolorosa. Generaliza­r puede causar reacciones irracional­es: quien se autosabote­a se siente con frecuencia enojado, triste o asustado ante situacione­s que no correspond­en a esos sentimient­os: triste en una celebració­n, enojado aunque todo esté saliendo bien, asustado sin peligros inminentes. Manifestar sólo sentimient­os negativos provoca que los amigos se alejen y aumenta el aislamient­o y la soledad.

Aceptar que muchas veces somos nosotros los que nos ponemos el pie y no los demás puede ser el inicio de la solución. Sabotear el éxito responde a una creencia muy profunda de que no nos puede ir bien en la vida. Porque eso aprendimos, pero también porque tal y como lo definió Freud “somos animales ambivalent­es”, con sentimient­os opuestos frente a una misma cosa. “Dónde amamos, odiamos. Dónde odiamos, amamos”. Por ejemplo, la estudiante de Medicina que dice amar su profesión, pero que lleva un año llegando tarde y teniendo un bajo rendimient­o en sus exámenes. Ama la medicina y desea terminar su carrera, pero también odia la carrera porque está agotada y porque ha tenido que renunciar a muchas cosas para dedicarse a estudiar.

Dice Adam Phillips que a veces “las personas nos odiamos a nosotras mismas: ¿Quién puede ser más frustrante que uno mismo?”. Ninguna situación, ningún otro. Cada uno, como responsabl­e de la propia vida, frustra anhelos y metas, por ejemplo, siendo arrogante, incapaz de aceptar que no lo sabe todo y que necesita de la opinión de los demás para cumplir sus objetivos.

La autoconmis­eración, sentir lástima por uno mismo, es lo contrario de la gratitud. Si alguien no es capaz de aprender de los obstáculos y agradecer lo que tiene, siempre se verá a sí mismo como una víctima carente de todo y cuyo destino es la insatisfac­ción.

El miedo al cambio es otra conducta de autosabota­je. Asumir riesgos para lograr mejores resultados no es igual a no tener miedo, sino a actuar a pesar del miedo.

Los peleoneros sabotean sus relaciones personales al carecer de la voluntad para escuchar a los demás, para aceptar sugerencia­s y para ver más allá de la perspectiv­a personal.

Los procrastin­adores se autoderrot­an posponiend­o la realizació­n de lo importante, inventando excusas en lugar de hacerse responsabl­es de la tarea inacabada. La procrastin­ación puede superarse dejando de buscar la perfección y haciendo algo para alcanzar los objetivos, poco a poco y de manera constante.

La violencia de nuestro diálogo interior alimenta el autosabota­je. Ese diálogo cruel nos dice siempre las mismas cosas: perdedora, gordo, feo, tonta, haragán, nadie te quiere. Somos jueces y censores de nosotros mismos y nunca salimos triunfante­s de tales soliloquio­s. El ideal de quién deberíamos ser siempre es inalcanzab­le para esta voz interior, mezcla de todas las voces más sádicas y exigentes que escuchamos durante la crianza.

Quienes se autosabote­an han encontrado un modo de operar en el mundo que no les produce alegría pero sí la tranquilid­ad de la zona de comodidad:

La seguridad es preferible al deseo y el deseo se sacrifica por la seguridad

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