Rompiendo sueños
Como usted seguramente sabe, el presidente Donald Trump decidió terminar con el decreto DACA (Acción diferida para llegadas en la niñez, siglas en inglés), que impedía la deportación de quienes llegaron de forma ilegal a Estados Unidos siendo menores de edad, conocidos popularmente como dreamers, soñadores, precisamente porque se asocian al cumplimiento del sueño americano: llegaron de forma ilegal, acompañando a sus padres, y aprendieron el idioma y la cultura de Estados Unidos, avanzaron en sus estudios y se han incorporado rápidamente al mercado laboral. Son, pues, un ejemplo de movilidad social.
Trump puede echar abajo esto porque su origen es un decreto del presidente Obama. Y quien gobierna a golpe de decretos está condenado a ver cómo su obra desaparece rápidamente. En su momento comentamos aquí mismo que Obama no había sido capaz de sentar bases firmes para su política porque no había logrado el apoyo del Congreso. Como usted también seguramente recuerda, Obama sólo tuvo fuerza en el Legislativo durante sus primeros dos años en la presidencia. Los otros seis años, los republicanos tuvieron mayoría en la Casa de Representantes, e inclusive en los últimos dos, también en el Senado.
No sólo Obama no tenía mayoría en las Cámaras, sino que hubo un esfuerzo claro de muchos republicanos por bloquear su trabajo. También es cierto que Obama no fue nunca muy bueno en las negociaciones con sus adversarios políticos, de forma que acabó gobernando con decretos, cuya duración, como le decía, depende del siguiente en ocupar la presidencia. Y es difícil imaginar alguien peor como sucesor que el actual presidente.
El sistema estadounidense es verdaderamente federal, y también tiene un peso extraordinario de las cortes, de forma que las decisiones del gobierno federal no tienen parecido alguno con lo que conocemos en México. Acá, por décadas, la palabra presidencial era ley de todo el territorio. Allá, sirve mientras un gobernador, un alcalde, o un tribunal no decidan impugnarla. Y esto es lo que parece que ocurrirá: alcaldes y gobernadores que han anunciado que en sus áreas de gobierno no terminará DACA, y demandas judiciales en contra de la decisión del presidente. Tal vez por eso, y para evitar el desastre de sus primeros decretos, especialmente el dirigido a cerrar fronteras, Trump no anunció el fin inmediato de DACA, sino con seis meses de plazo, y exigió que el Congreso tome cartas en el asunto.
No sé si sea una brillante idea enviar una bomba de este tamaño al Legislativo, justo cuando tienen que llegar a acuerdos para tener un presupuesto para 2018 y modificar el techo de endeudamiento. De por sí el tema migratorio es complicado, y no se ha podido construir una legislación adecuada en décadas. Pedir que lo hagan en seis meses, si no pudieron tocar el tema de salud, y teniendo que acomodar al mismo tiempo las demandas presupuestales, parece absurdo. Pero cae dentro del perfil de Trump. Tal vez se imagina que con esto podrá después culpar al Congreso de la destrucción de la vida de 800 mil jóvenes, porque fueron ellos los incapaces de construir la ley que hoy les demanda. Es cruel y miserable.
Es importante notar que Donald Trump no ha podido cumplir ninguna de sus promesas de campaña, que no ha mejorado en nada la vida de sus votantes, que ha puesto en riesgo la estabilidad política de su país, y ha incrementado la probabilidad de guerra a nivel global. Es importante notarlo porque muchas personas creen que la decisión de quién será presidente de un país es algo trivial, insignificante, que no requiere mayor consideración. No es así, elegir mal al presidente puede poner en riesgo al país entero.
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Profesor de la Escuela de Gobierno, Tec de Monterrey