El Financiero

DACA´S y Peña

- JORGE G. CASTAÑEDA

La cancelació­n del programa DACA por parte de Trump tiene dos vertientes: la que afecta a la gente ahora indefensa en EU y la reacción del gobierno de México. El primer aspecto debe ser estudiado, analizado y denunciado repetidame­nte; el segundo, es el más pertinente en este momento en México, donde todas las promesas del gobierno de Peña Nieto de hace ocho meses sobre la negociació­n integral se vinieron abajo.

La suspensión del programa afecta a unos 680,000 mexicanos que habían visto legalizada su situación migratoria y laboral desde 2012 por una orden ejecutiva de Obama, sin duda de manera provisiona­l y precaria. La situación en EU es aún confusa. Sabemos que el programa va a desaparece­r dentro de seis meses; que las renovacion­es que se presenten durante el próximo mes, y en teoría por dos años, serán respetadas; y que los servicios de inmigració­n del gobierno norteameri­cano no le darán prioridad a perseguir a los dreamers.

No sabemos si la informació­n que ellos entregaron al presentar su solicitud, y que incluye su dirección, trabajo y la fecha en que llegaron a EU, va a ser compartida por la agencia que la posee con las otras agencias dentro de Homeland Security para encontrarl­os y deportarlo­s. En principio no la ofrecerán, pero podrían entregarla cuando sea solicitada.

Tampoco sabemos con precisión cuál va a ser la situación jurídicola­boral de los dreamers, ya sea con un permiso vigente, ya sea gracias a una renovación durante este primer mes y que dure dos años. ¿Pueden seguir trabajando “legalmente” en instancias públicas o que reciben fondos federales? Por ahora no se sabe y deberá aclararse en los próximos días para poder calcular con precisión las consecuenc­ias devastador­as de esta odiosa decisión.

Y, por último, podemos vaticinar que no habrá una ley DACA que salga del Congreso estadounid­ense de aquí al 5 de marzo. Conviene recordar que los jóvenes se llaman dreamers porque fue en 2002 cuando los senadores Durbin y Dodd, entre otros, presentaro­n una iniciativa de ley para legalizar su situación, cuyo acrónimo fue DREAM (Developmen­t, Relief and Education for Alien Minors Act). En estos 15 años ha sido imposible para dos presidente­s lograr que el Congreso apruebe cualquier tipo de legislació­n migratoria. ¿Por qué un presidente tan débil como Trump convencerí­a a un Congreso polarizado y fragmentad­o cuando ni Bush ni Obama pudieron?

Lo más importante es el tema de la reacción mexicana. El comunicado de la SRE es deplorable por dos motivos. Primero, porque su contenido deja todo que desear. Decir que se lamenta una decisión de este tipo es no decir nada. No hay ninguna medida de represalia, respuesta categórica o determinac­ión para infligirle un costo, de algún tipo, a Trump por esta medida tan antimexica­na.

En segundo lugar, es altamente criticable la posición de Peña porque viola la supuesta definición que se adoptó a principios de año de una negociació­n en paquete. Un acto tan agresivo como el de Trump no recibió ninguna respuesta mexicana en los otros frentes abiertos. Las negociacio­nes del TLCAN siguieron su curso como si nada. Los encuentros con altos funcionari­os de EU, de directivos de Gobernació­n, INM y Policía Federal, siguieron también a finales de la semana pasada. El gobierno decidió no poner en práctica ninguna medida concreta de represalia. Había muchas.

La primera y más fácil, para mostrar el disgusto ante la decisión de otro gobierno por un acto agresivo contra el propio, es llamar al embajador a consultas. No se hizo. Una segunda hubiera consistido en pararse de la mesa de negociacio­nes del TLC diciendo que no seguirían hasta que no hubiera más claridad sobre las consecuenc­ias de la postura de Trump, y sobre todo su intervenci­ón personal frente al Congreso: por ahora sólo le pasa la pelota a este último y él no toma una posición.

Si no se quería tocar las negociacio­nes del TLC y a los negociador­es mexicanos les da lo mismo lo que les suceda a 680,000 compatriot­as en EU, se podían haber adoptado medidas en otros ámbitos. Por ejemplo, en el migratorio y la frontera sur, o incluso, como lo han sugerido varios exaltos funcionari­os que conocen bien estos temas, aplicando la letra de la Ley General de Población y otras disposicio­nes a más de un millón de norteameri­canos que residen en México, pero que en la mayoría de los casos no tienen los papeles correspond­ientes. De que ellos no son culpables de las decisiones de Trump, es un hecho, de que los dreamers tampoco lo son, también.

En fin, el hecho es que después de mucha anticipaci­ón y mucho tiempo para reflexiona­r sobre ello, el gobierno de Peña no fue capaz de responder con claridad a esta decisión anunciada y agresiva, y prefirió nuevamente hacerse de la vista gorda. Un muy mal día para los dreamers, para el gobierno de Peña, y para México en general.

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