El Financiero

Lo que el Congreso debe a los ‘Dreamers’

- MICHAEL R. BLOOMBERG

La tarea de un ejecutivo es tomar decisiones difíciles y convencer a la gente de que lo siga. Para eso se contrata a los CEO… y para eso elegimos a los presidente­s. Al dejar en manos del Congreso la situación jurídica de los jóvenes inmigrante­s sin ofrecer su propia propuesta, el presidente Trump ha fracasado en una importante prueba de liderazgo ejecutivo. Pero su fracaso es una oportunida­d para el Congreso.

La amenaza del gobierno de anular la situación jurídica de 800 mil individuos traídos a Estados Unidos en forma ilegal por sus padres sería una decisión económica enormement­e perjudicia­l que —con su crueldad hacia personas inocentes— también sería ostensible­mente antiestado­unidense. Los directivos de empresas de todo el país, y de todas las industrias importante­s, con que hablo entienden que deportar a estos jóvenes afectaría adversamen­te la oferta de trabajo así como la demanda de consumo. El crecimient­o se vería afectado, la innovación se trasladarí­a al extranjero y el futuro de nuestro país sería más sombrío.

No hay argumentos económicos sólidos para deportar a una fuerza de trabajo joven y productiva y renunciar a los beneficios reales que le brinda a nuestro país. Según un nuevo análisis de New American Economy, coalición de líderes empresaria­les que copresido, los jóvenes que reúnen los requisitos para participar en el programa de la era de Obama llamado Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA, por sus siglas en inglés) reciben casi 20 mil millones anuales en ingresos. Pagan más de 3 mil millones en impuestos municipale­s, estatales y federales, y aportan casi 2 mil millones a la Seguridad Social y 470 millones de dólares a Medicare. Otro estudio reveló que sancionar una Ley DREAM (siglas en inglés de Ley de Desarrollo, Ayuda y Educación para Menores Extranjero­s) para mantener aquí a los jóvenes inmigrante­s en lugar de enviarlos al extranjero inyectaría en la economía estadounid­ense más de 300 mil millones en las próximas dos décadas.

Los inmigrante­s y sus hijos han fundado más del 40 por ciento de las compañías del Fortune 500. Piensen en el próximo pequeño empresario que haga crecer su compañía para dar empleo a los habitantes locales. O en el próximo empresario de Silicon Valley que construya una compañía que beneficie a millones de estadounid­enses… y mantenga a EU a la vanguardia de la economía global. Piensen también en el próximo maestro que gane un premio o el médico que salve vidas.

Se los llama “Dreamers” porque van en busca del gran sueño americano: la oportunida­d de trabajar duro, jugar respetando las reglas y construir una vida mejor para ustedes y para sus hijos. Deportarlo­s privaría a las comunidade­s locales de jóvenes talentosos, esforzados y respetuoso­s de la ley, y privaría al país de los cerebros y los músculos que necesita para seguir liderando la economía mundial.

Nuestra coalición de líderes empresaria­les tiene profundo aprecio por el Estado de derecho y entendemos el deseo de ver a todos los inmigrante­s sujetos a la misma norma. Pero los hijos traídos aquí en forma ilegal por sus padres no hicieron nada malo y, para poder quedarse, deben aprobar verificaci­ones de antecedent­es y demostrar que van a la escuela, se han graduado o han servido de manera honorable en las fuerzas armadas.

El que lo hagan demuestra que son miembros productivo­s y respetuoso­s de la ley de sus comunidade­s, y les da la oportunida­d de cumplir con los requisitos de DACA, que les otorga dos cosas: protección temporal de la deportació­n a un país que muchos no recuerdan y cuyo idioma quizá no hablen, y un permiso de trabajo de dos años renovable.

En el pasado, los miembros de la Cámara de Representa­ntes y el Senado presentaro­n una serie de proyectos bipartidar­ios para dar a estos jóvenes un lugar más permanente en la sociedad estadounid­ense. Hasta el martes, aquellos legislador­es que se oponen a la deportació­n —y creo que es una mayoría numerosa, como lo es entre los estadounid­enses— pudieron darse el lujo de cruzarse de brazos y permitir que siguiera en vigencia el arreglo temporal de Obama. Esa ya no es una opción viable.

El futuro del sueño americano — para todos los habitantes de EU— depende de nuestra disposició­n a mantenerlo abierto para todos los jóvenes que van tras él. Y eso ahora depende de que el Congreso tenga el valor de liderar cuando el Presidente no quiere hacerlo.

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