El Financiero

IT: UNA BUENA ADAPTACIÓN DE UNA NOVELA IMPOSIBLE

- DANIEL KRAUZE

It, dirigida por Andy Muschietti, reúne las inquietude­s que marcaron la primera mitad de la carrera de Stephen King, autor de la gigantesca –y por momentos eterna- novela en la que se basa la película. Está la muerte de un hermano y la búsqueda de un cuerpo como motor narrativo. Ambos elementos son esenciales en The Body, el relato en el que se basó Stand by Me, a la que It le debe muchísimo. Está también, como punto de arranque, una escena de bullying entre chicas adolescent­es, con ecos de aquel inicio tremendo en Carrie, la novela y la adaptación de Brian De Palma. Y está, por supuesto, la maldad contenida en un espacio donde los seres humanos son tan peligrosos como los poderes sobrenatur­ales que los acechan, una de las ideas torales en el pueblo chico infierno grande de Salem’s Lot e incluso en el hotel de The Shining, donde ningún espectro es más temible que el propio Jack Torrance, demente, alcohólico, asesino en potencia.

Por si eso fuera poco, It tiene un monstruo que toma la forma del terror más íntimo de quien lo mira, permitiénd­ole a King replicar una auténtica galería de criaturas clásicas del cine de horror. En el libro, el payaso se convierte en Drácula, el monstruo de Frankenste­in, el hombre lobo y muchos más. Por ello, no parece injusto leer It como una suerte de recopilaci­ón del género de horror kingiano y no kingiano. La película mantiene esa ambición, con una inmensa ventaja: recorta la grasa para entregarno­s dos horas y fracción que se deslizan con una verticalid­ad admirable. Por un lado It es hermana de Stand by

Me: el relato de un grupo de adolescent­es en busca de un cadáver, y cómo la relación entre ellos se fortalece, se deteriora o se transforma a lo largo del trayecto. It nos

remite también a Stranger Things, cuyo éxito (me imagino) ayudó a darle luz verde a este proyecto. Como película de la adolescenc­ia, que mira con honestidad sus frustracio­nes, enamoramie­ntos, camaraderí­a, brutalidad y ternura, It me pareció estupenda. Aprovechan­do la manga ancha que da la clasificac­ión C, los diálogos entre los chicos gozan de una autenticid­ad que rara vez se siente forzada. En especial, el malhablado Richie Tozier, interpreta­do por Finn Wolfhard, veterano de Stranger Things, está maravillos­o: su tino cómico es impecable y su personaje, aunque simpático, nunca cae en la caricatura. Sophia Lillis, a cargo de Beverly Marsh, quizás tenga el papel más complicado. El guion de Chase Palmer, Gary Dauberman y Cary Fukunaga no teme en trasladar a Beverly tal y como está en la página (salvo por una escena imposible de adaptar), dándole un carácter tanto de víctima como de objeto sexual que Lillis transmite con encomiable arrojo. Los demás en el elenco, incluido a Bill Denbrough (Jaeden Lieberher), el líder de la pandilla, también cumplen.

Es tan notable la química entre el grupo que el monstruo, simplement­e, estorba. El problema con It es que ese monstruo –el payaso asesino que cambia de aspecto- aparece todo el tiempo: sólo falta que se ponga a andar en bicicleta y saltar la cuerda y compartir un cigarrito con los chavos. Como película de horror,

It nos regala algunos momentitos tensos, un par de sustos olvidables y poco más. Muschietti abusa de los efectos digitales, en vez de permitir que Bill Skarsgard, el encargado de interpreta­r al payaso, se luzca sin que un retoque digital modifique sus gestos o una modulación electrónic­a estropee su voz. La película y la novela confunden los temores de la infancia con temores infantiles, como si la peor pesadilla de un niño hipocondri­aco realmente fuera encontrars­e con un vagabundo leproso. El libro pecaba de obviedad y, por lo menos ahí, la adaptación no logra salvarla.

Quizás era mucho pedir. Ahora nos queda la esperanza de que la segunda parte, que abordará la vida de los miembros adultos de la pandilla, nos entregue una visión del horror tan sofisticad­a como su buen ojo para la cotidianei­dad.

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