El Financiero

2018: ¿y los rusos?

- RAYMUNDO RIVA PALACIO

Algo, en lo que nadie pensó de los rusos en el mundo después de la Guerra Fría, emergió como una realidad amenazador­a en los últimos meses: su apetito por entrometer­se en procesos electorale­s, desbarranc­ar adversario­s, fortalecer a potenciale­s aliados y generar divisiones en una sociedad, hasta polarizarl­a. El último episodio lo dio a conocer el jefe de Seguridad de Facebook, Alex Stamos, quien detalló el miércoles en un mensaje en esa red social una forma de cómo el gobierno ruso intervino en las elecciones de Estados Unidos el año pasado. Estas revelacion­es se están volviendo recurrente­s. El ministro de Asuntos Exteriores de Francia, Jean-yves Le Drian, advirtió que sería “ingenuo” no pensar que Rusia intentará entrometer­se en tantas elecciones estratégic­as como pueda. En 2018 hay una que se enmarca en la seguridad nacional de Estados Unidos: México. ¿Podríamos ser la siguiente víctima cibernétic­a de Moscú?

Una pincelada de lo que está sucediendo en el mundo la dio Stamos al revelar que habían encontrado que, de junio de 2015 a mayo de 2017, a través de 470 cuentas falsas, se habían pagado unos 3 mil anuncios en Facebook, con un valor de 100 mil dólares. Esas cuentas y páginas, agregó, estaban asociadas con otra que, probableme­nte, operaba fuera de Rusia. “La gran mayoría de los anuncios pagados por esas cuentas no se referían específica­mente a la elección presidenci­al en Estados Unidos, al voto o a un candidato en particular”, agregó. “Los anuncios y las cuentas parecían enfocarse a la amplificac­ión de mensajes político y socialment­e divisivos en todo el espectro ideológico, tocando temas que van desde homosexual­es a raciales, de inmigració­n o al derecho de poseer armas”. Hoy en día, el tema racial volvió a prender sobre el hígado estadounid­ense y regresó la división nacional que se creía superada.

Stamos no identificó el nombre de la cuenta madre, pero The New

York Times reveló de cuál se trata: la Agencia de Investigac­ión Criminal. En 2015, el escritor Adrian Chen publicó una investigac­ión en la revista semanal del Times sobre esa agencia, vinculada al Kremlin, disfrazada como restaurant­e en San Petersburg­o y conocida por tener una granja de

trolls, como se llama a los duendes cibernétic­os utilizados para hacer maldades en la red, para colocar mensajes en las redes sociales y comentario­s en las páginas de Internet noticiosas. Este es el último episodio de la investigac­ión federal en Estados Unidos sobre la interferen­cia rusa en las elecciones de Estados Unidos, que, al ser difundida el año pasado, provocó alertas en varias naciones.

Laura Daniels, investigad­ora del Instituto Francés de Relaciones Internacio­nales en París y miembro del Instituto de Política Pública Mundial de Berlín, escribió en

mayo pasado en el portal estadounid­ense Político: “Desde que la comunidad de inteligenc­ia de Estados Unidos concluyó que Moscú se embarcó en una campaña de influencia enfocada a las elecciones de 2016, los expertos han preguntado: ¿Hará lo mismo en las elecciones francesas y alemanas? Ambas votaciones tendrán un enorme impacto sobre el futuro de Europa y el orden liberal, y mucho se está sopesando si esas democracia­s están adecuadame­nte blindadas para una manipulaci­ón del exterior”. La interferen­cia de un poder extranjero en otra nación no es algo nuevo. Lo que es novedoso y letal, por su capacidad de expansión al volverse viral, es la utilizació­n de las redes sociales.

Tras las revelacion­es en Estados Unidos, recordó Daniels, la Agencia Nacional de Seguridad de los Sistemas de Informació­n, responsabl­e de proteger al gobierno y a industrias estratégic­as de ciberataqu­es, comenzó a impartir seminarios a todos los partidos –sólo el fascista Frente Nacional rechazó la plática– como parte de lo que el entonces presidente François Hollande llamó “la movilizaci­ón por todos los medios” para enfrentar los ataques rusos mediante noticias falsas. Una de las respuestas provino de la sociedad civil, apuntó Daniels, que incluyó iniciativa­s como la del vespertino parisino

Le Monde, de lanzar plataforma­s para verificar la confiabili­dad de las fuentes de informació­n. La Comisión de encuestas también lanzó advertenci­as contra las encuestas ilegítimas, luego de que una medición dada a conocer por Sputnik, un portal ruso multilengu­as controlado por el Kremlin, publicó una encuesta que mostraba al conservado­r François Fillon, un candidato pro-ruso, arriba en las preferenci­as electorale­s –cuando fue siempre tercero.

La reacción preventiva en Francia impidió que los hackers rusos y los generadore­s de noticias falsas repitieran el éxito alcanzado en el proceso estadounid­ense, donde posiblemen­te contribuye­ron a la derrota de Hillary Clinton y, por tanto, a la victoria de Donald Trump. Los mexicanos somos muy proclives a pensar que somos únicos en el mundo y que los fenómenos que afectan a todos, no nos tocan a nosotros. El tema de la probable injerencia rusa en las elecciones presidenci­ales no es tema de ninguna mesa de conversaci­ón, ni motivo de preocupaci­ón para nadie. Es más, segurament­e habrá quien piense que este texto está lleno de histeria y paranoia.

Pero valdría más la pena pensar en las probabilid­ades de que esto pueda suceder en 2018 en este país, considerad­o dentro del marco de la seguridad nacional de Estados Unidos, donde la estabilida­d política mexicana es considerad­a por encima de cualquier cosa que pueda suceder en México. Cuidado. Ya estamos llenos de excesos y de cowboys irresponsa­bles en las redes con la chaqueta de periodista­s. Tenemos provocador­es profesiona­les y difamadore­s estructura­dos y organizado­s. Cuidado. No dejemos de tomar acción en aspectos que nos puedan costar y de los cuales, por omisión o frivolidad, nos arrepintam­os después.

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