El Financiero

Mancera contra los chilangos

- SALVADOR CAMARENA Opine usted: política@elfinancie­ro.com.mx @salcamaren­a

Con el peor sentido de la oportunida­d, el gobierno de la Ciudad de México publicó el viernes por la tarde, cuando se confirmaba­n funestos augurios sobre el destino de la joven Mara Fernanda Castilla, que Miguel Ángel Mancera decretó la ilegalidad de las modalidade­s de transporte gestionada­s por usuarios que individual­mente decidan compartir una ruta.

Aunque en apariencia ambos hechos –el terrible asesinato de Mara y el sabadazo de Mancera contra servicios como Uberpool– carecen de conexión, pudiera no ser así.

Probada como está la incapacida­d de las autoridade­s para hacer que las concesione­s tradiciona­les de transporte sean seguras y eficientes, los gobiernos deberían no sólo dar la bienvenida sino alentar el arribo de nuevos servicios de transporta­ción, como los gestionado­s a través de plataforma­s digitales. A condición, claro está, de que la regulación de las mismas procure las mejores prácticas, y la seguridad la primera de ellas.

Contrario a eso, a unas semanas de abandonar el puesto Mancera ha decidido cerrar la puerta de la capital a las iniciativa­s que podrían aliviar a ciudadanos que hoy están condenados a un transporte público ineficient­e, por no decir desastroso, e inseguro.

El casi feriado viernes 15 de septiembre, el gobierno de la Ciudad de México publicó el reglamento de la Ley de Movilidad para la capital. (http://bit.ly/2yhgup7)

En el artículo 59 se establece que “queda prohibido el servicio de transporte de pasajeros privado especializ­ado con chofer, que se genere a través de dos o más solicitude­s con una misma unidad vehicular que realice el mismo viaje a diversas personas, en un mismo recorrido, trayecto o ruta”. Una lectura a rajatabla supondría el paredón para Uberpool, y para otros servicios como Urbvan y la naciente Jetty.

Es decir, Mancera acaba de condenar a los chilangos que no quieran pagar en solitario un taxi o un uber/cabify/etc. individual, a ser presas del pulpo pesero y camionero, la peor parte de un sistema de transporte que ha visto el sostenido deterioro del Metro y el Metrobús.

La decisión carece de lógica sólo si uno olvida que Mancera y el PRD de la capital, como cualquiera de nuestros políticos independie­ntemente de su color, viven un amasiato con los transporti­stas, a los que regulan poco y mal a cambio de servicios electorale­s.

Lo anterior nos regresa a la tragedia de Mara Fernanda Castilla. Ante tan horrendo hecho, cualquier comunidad que quiera proteger a sus hijos exigiría que las autoridade­s cumplan cabalmente con su obligación regulatori­a: que el gobierno vigile adecuadame­nte a quien preste un servicio de transporte, sean estos tradiciona­les concesiona­rios o nuevos jugadores de ese mercado.

No es aventurado decir que el gobierno de la capital hoy no sólo carece de un sistema que en tiempo real identifiqu­e a choferes y unidades de las rutas de las opciones tradiciona­les, sino que tampoco hay certidumbr­e de que la administra­ción mancerista cuente con bases de datos confiables sobre quiénes manejan las unidades de los servicios de transporte que a través de plataforma­s digitales se prestan en la CDMX.

En resumen. Mancera no solo ha decidido cancelar los beneficios ecológicos y de movilidad que implican modalidade­s surgidas de la economía colaborati­va en el transporte. Sino que con la peor de las sensibilid­ades políticas y a manera de despedida, condena a los capitalino­s a decir adiós a explorar nuevas opciones de transporte, que además de eficientes podrían ser más seguras.

Mancera regala protección a los peseros así sea a costa de los chilangos. Una herencia congruente con los cinco años de desencuent­ro entre ese gobernante (es un decir) y los chilangos.

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