LEONARDO KOURCHENKO
La filtración publicada por el New York Times acerca de las palabras del general John Kelly, jefe de Oficina en la Casa Blanca, en torno a los riesgos de seguridad con México, en caso de la debacle gubernamental por control de los cárteles, preocupan gravemente.
El general Kelly es el hombre más cercano a Trump y tal vez en todo el primer círculo del gobierno estadounidense que más conoce a México. Todo parecía indicar que sostenía una relación amigable con México, basada en el respeto y en la comprensión de un país grande, complejo, diverso, pujante y con enormes contradicciones.
Sus encuentros con el canciller Luis Videgaray habían sido, hasta ahora, reportados siempre como positivos y de gran entendimiento.
Sin embargo los comentarios de Kelly en la cena que Trump ofreció a los líderes demócratas en el Congreso, muestra una visión muy distinta de su apreciación de México y nuestros problemas. Comparar a nuestro país con Venezuela resulta hasta cómico, cuando se trata de una nación donde han desaparecido casi por completo las instituciones democráticas y se ha instaurado, de facto, un régimen autoritario y carente del respaldo popular. Más allá, México podrá tener múltiples defectos y errores, pero todavía aquí subsiste una democracia, con auténtica competencia electoral y política, con instituciones en proceso de madurez y consolidación. No hay nada cercano o parecido a México con Venezuela, incluyendo a Andrés Manuel López Obrador, quien podrá ser acusado –con sustento, según muchos – de populista y demagogo, pero no es un dictador criminal como Maduro.
Kelly ofrece vergonzosamente una doble visión, una perspectiva hipócrita donde expresa reconocimiento por las fuerzas armadas mexicanas, y luego dice en privado –según la filtración del NYT – que México se encuentra cerca del caos y de la toma de control de cárteles del narcotráfico.
El canciller Videgaray ordenó al embajador Gerónimo Gutiérrez en Washington una nota aclaratoria a la Casa Blanca que aún no hemos recibido. Sin embargo, aparece nuevamente otro golpe de piñata al más puro estilo Trump, en pleno proceso de renegociación del TLC.
¿La intención es debilitarnos como negociadores en la mesa? o ¿será la versión auténtica de un gobierno que nos ve en un estado tal de deterioro que nos califica cerca del caos?.
Es difícil la lectura, pero resulta evidente que ni siquiera los “amigables” como Kelly, son confiables. ¿Sabrán algo de nuestro país que desconocemos?.
México no es un narcoestado a partir de información dura publicada por medios y oficinas públicas. No nos gobierna ni controla el narcotráfico, aunque ciertamente ocupa enormes vacíos de poder y autoridad en distintos estados del país. Tamaulipas, Guerrero, Sinaloa, Coahuila, incluso Michoacán, podrían estar en una lista de sospechosas entidades donde la penetración del crimen organizado que hoy incluye al narcotráfico, pero no lo agota, podría ejercer presiones y controles considerables a la autoridad. Con todo, sería difícil denominarlos “narcoestados”, menos aún, el país completo.
Es innegable que la estrategia de combate al crimen y al narcotráfico ha fracasado en México. Es innegable que los índices de seguridad en esos estados y muchos otros, revise usted la patética condición en que se encuentra hoy el Estado de México, o revisemos Morelos, Veracruz y otros más, se ha deteriorado sensiblemente. La autoridad ha disminuido su espacio, presencia, ejercicio de la justicia y que esos vacíos han sido ocupados con astucia por el crimen.
Por ello el tema de seguridad estratégica y combate al narco tendrá que estar en los primeros lugares de la agenda para el próximo presidente de México y su equipo.
La alianza y cercanía con EU para este combate compartido sería mucho más eficiente que las dolosas consideraciones del jefe de la Oficina en la Casa Blanca.
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