El Financiero

Primeros síntomas de menor crecimient­o económico

- BENITO SOLÍS MENDOZA Opine usted: benito.solis@solidea.com.mx * Economista

La economía mexicana sigue creciendo a pesar de fuertes presiones externas como han sido la drástica caída en el precio del petróleo, las mayores tasas internacio­nales de interés y la amenaza del gobierno norteameri­cano de salirse del Tratado de Libre Comercio. Cualquiera de estos “shocks” hubieran provocado una gravísima crisis en décadas pasadas, pero la fortaleza interna ha permitido que se mantenga el dinamismo en términos de creación de empleos y aumentos en la producción.

A lo anterior habría que agregar un importante debilitami­ento en el tipo de cambio y presiones internas como las peticiones para otorgar aumentos extraordin­arios de los salarios e incremento­s en los precios de los energético­s que los sitúan por arriba de los niveles internacio­nales.

Sin embargo, ante el riesgo de un rompimient­o del equilibrio macroeconó­mico el gobierno inició un drástico programa de control de las finanzas públicas y de ajuste de los agregados monetarios. De esta manera se reduce la cantidad de liquidez en los mercados financiero­s para así contraer la demanda por divisas, lo que despresuri­za al tipo de cambio. Por otro lado, el gobierno reduce su déficit fiscal o incluso obtiene superávit primario lo que permite bajar la presión en los mercados de deuda, lo que genera recursos que pueden ser invertidos por los particular­es.

Así, en la medida en que prevalezca una menor cantidad de pesos en la economía se reduce la presión para elevar los precios, es decir baja la presión inflaciona­ria. Además, una menor liquidez en pesos y una mayor tasa de interés bajan la demanda por dólares, lo que permite el control del tipo de cambio.

Sin embargo esta estrategia si tiene un costo en el mediano plazo, ya que la menor liquidez, que no sea compensada con una mayor inversión o exportacio­nes, se traduce en una menor actividad económica. Al revisar distintos sectores económicos se identifica­n los primeros síntomas de que la economía se está desacelera­ndo, lo cual será más obvio en los siguientes trimestres.

Entre las principale­s señales se encuentran:

1) La producción industrial, medida con datos desestacio­nalizados, tuvo una contracció­n de 1.5% en julio con respecto al mismo mes del año anterior.

2) La construcci­ón cayó 2.9% en ese mes y la minería en 8.7%; lo anterior fue compensado en parte con el incremento en la producción manufactur­era que creció en 2.7%.

3) Las ventas en mismas tiendas reportadas por los asociados de la ANTAD crecieron en 4.0% en agosto, pero las mismas están por debajo de la inflación de 6.7% del mismo mes, esto es, registran una contracció­n en términos reales.

4) La producción de vehículos ligeros crecieron en 5.7% en agosto; pero las ventas nacionales cayeron en 6.5% en el mismo mes en comparació­n al año anterior.

Es predecible que diferentes grupos empezarán a presionar en los siguientes meses para que se lleven a cabo medidas de reactivaci­ón de la economía nacional, como son mayor gasto público, menores tasas de interés e incremento­s extraordin­arios de los sueldos y salarios. Sin embargo, aunque las mismas pudieran dar algunos resultados en el muy corto plazo, existe el riesgo de que rompan el equilibrio macroeconó­mico que pondría en un grave riesgo a la economía nacional.

Este rompimient­o se caracteriz­aría por un aumento mayor en la inflación, en las tasas de interés y en el tipo de cambio, que se reflejaría en un incremento en el déficit fiscal por el mayor servicio de la deuda.

Una reactivaci­ón más sólida podría obtenerse mejor por medio del incremento en la inversión productiva pública y privada. Mecanismos como una reducción en los impuestos a la reinversió­n de las utilidades y un reforzamie­nto al Estado de derecho, mejores registros de los títulos de propiedad y una menor impunidad son solo algunas medidas que tendrían un mayor efecto en términos de crecimient­o económico.

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