El Financiero

EVOLUCION ESTABLE

JAHIR OCAMPO ESTUVO CERCA DE DEJAR LOS CLAVADOS, TRAS SUFRIR DEPRESIÓN POR NO CLASIFICAR A LOS JUEGOS OLÍMPICOS DE BEIJING 2008; AHORA TRABAJA PARA COLGARSE UNA MEDALLA EN TOKIO 2020 ORO PLATA

- ALAIN ARENAS

En la familia de Jahir Ocampo no hubo ningún clavadista antes que él. Recuerda que incursionó en la disciplina cuando tenía 5 años luego de que su madre aceptara el consejo de los padres de Julián Sánchez –otro clavadista de la Selección mexicana– para que lo inscribier­an en la escuela de natación que se encontraba en la clínica 23 del Instituto Mexicano del Seguro Social, ubicada en la colonia San Juan de Aragón, al norte de la Ciudad de México.

Dice que al principio no le gustaba, pero que paulatinam­ente se fue enganchand­o. Todos los días, durante 10 años, su madre lo acompañó en transporte público desde su domicilio –ubicado en Ciudad Azteca, en Ecatepec– hasta la clínica para que pudiera entrenar. Eran dos horas de camino.

“Mi jornada empezaba a las 7 de la mañana. Asistía a la escuela y por las tardes me iba a la alberca. A mi casa llegaba a las 11 de la noche y después hacia mis tareas. Así, todos los días”, platica en entrevista con El Financiero.

Cuando cumplió 15 años, el equipo del entrenador Iván Bautista le ofreció continuar con su preparació­n en Guadalajar­a para que mejorara su nivel. Aceptó porque –considera– en aquella época no había entrenador­es con la calidad de él en la Zona Metropolit­ana. Cuando se lo comunicó a sus padres, ellos aceptaron su decisión. Pero le hicieron una advertenci­a: le dijeron que no lo acompañarí­an. Fueron tres años en los que vivió alejado de su familia.

“Fue la etapa más difícil de mi vida. No sólo porque era muy joven, sino porque en 2008 decidí faltar a un torneo juvenil y luchar por la clasificac­ión a los Juegos Olímpicos de Beijing”, comenta. “Pero todo se vino abajo al poco tiempo. Me lesioné de la rodilla derecha y quedé fuera para pelear el selectivo y para realizar cualquier actividad física”.

Cayó en una profunda depresión. Pensó en abandonar los clavados y dedicarse al futbol. Desistió porque, otra vez, la lesión incluso le impidió entrenar con el balón. Al final concluyó que se quedaría en la piscina. El tiempo –afirma– fue el mejor remedio para superar aquel mal momento. COMPETENCI­A SEDE

Los triunfos tampoco llegaron en el corto plazo. No calificó a los Juegos Centroamer­icanos de Mayagüez 2010 y un año más tarde se quedó fuera de los Panamerica­nos de Guadalajar­a. Para los Juegos de Londres 2012 tampoco consiguió su pase. El mexiquense dice que no le afectó, porque sabía que era consecuenc­ia de no contar con un buen nivel desde el comienzo del ciclo olímpico.

Ocampo concluyó que debía regresar a la Ciudad de México una vez finalizada­s las Magnas Justas en la capital inglesa. Explica que una vez que se reunió con sus padres sintió que su panorama mejoraría. En su disciplina también hubo cambios. Le pidió a la china Ma Jin –quien ya entrenaba a Paola Espinosa– que también lo preparara. Así empezó su relación de trabajo, la cual se mantiene hasta la fecha.

“Fue un cambio radical. Con Bautista estaba acostumbra­do a trabajar la fuerza sobre la técnica en los clavados; con Jin es lo contrario. En mi etapa en Guadalajar­a hice muchos ejercicios en el gimnasio y *En clavados sincroniza­dos junto con Rommel Pacheco S : A N O R I C M E N A P A S

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