El Financiero

Retratos salvajes

- JAVIER RISCO

Hace tres días no paraba de construir, hoy recoge escombros. Nadie lo hace como él, lo observan siete personas para aprender una técnica de décadas. Con su pala recoge piedras pesadas y con un solo movimiento levanta la cubeta de 20 litros para limpiar el área. Suda, se esfuerza, no sonríe. Se acerca a un ingeniero de protección civil y le dice que después de limpiar el área necesitan mover las losas, es la única forma de sacar a la gente, ellos se entienden. Después de un par de horas se sienta, toma agua, muerde una torta, se seca el sudor, a lo lejos levantan el puño, guarda silencio y alguien parece haber escuchado algo. Sonríe.

Vive del otro lado la ciudad, por La Herradura. Se ha organizado con un grupo de amigas para preparar sándwiches, quesadilla­s, gelatinas y todo lo acompañan con jugo de uva y manzana. En su Grand Cherokee blanca llega a una esquina de la colonia Del Valle. Se baja de la camioneta, se persigna y camina rumbo al derrumbe, la acompañan su hija adolescent­e y tres amigas más, todas con camisetas polo, pantalones de mezclilla y gorra. Reparten todo, lo anuncian, algunos les da pena agarrarlo, otros lo agradecen. Terminan de repartir en menos de 20 minutos, se suben a la camioneta, prometen regresar.

Lo único que es de él es una moto, nada más. En su trabajo les han dado medio día con la consigna de ir a ayudar, él lo hace. Pone un tuit diciendo que se ofrece a llevar paramédico­s, víveres, medicament­o, lo que sea, a donde

sea. Pone el mensaje a mediodía y ya tiene ocupada la tarde, destina mil pesos a gasolina. Ha ido a Xochimilco, toca base en Acoxpa y ahora lo mandan a Lindavista. Ha llevado un paramédico, mil cubrebocas y medicina, cuyo nombre no recuerda. Teme que llueva, pero teme más que haya gente debajo de los escombros. Lo único que es de él es una moto y con eso nos basta.

Ha escuchado en la radio que hay que hablar con los niños, contarles lo que es un temblor, ser didácticos, pero no explícitos. Ella lo hace desde el parque de Tlacoqueme­catl. Su hija tiene 8 años y no ha ido a clases, ella tampoco ha ido al trabajo. Como actividad han agarrado plumones y mientras la madre escribe mensajes de apoyo, su hija dibuja soles, flores y caras felices en botellas bonafont, después las irán a entregar. Un día después de la tragedia nace la ciudadanía, la niña no olvidará que aún en la tragedia siempre cabe un sol, una flor y una sonrisa.

Los obligaron a ir al trabajo, los bancos funcionan con normalidad. Él es ejecutivo de cuenta, no ha podido ir a ninguna zona de conflicto. Lo sigue todo por redes sociales, ve videos en Facebook, se preocupa por Twitter y se topa con la cuenta de la Cruz Roja. Ha decidido donar el 20 por ciento de su quincena, no sabemos cuánto gana. Vive en Satélite. Alejado de todo ha logrado vencer la indiferenc­ia, dice que ante las imágenes no podía cruzarse de brazos, menos dormir tranquilo. Sacrificó el cine del sábado, las chelas con los amigos y el reloj a meses sin intereses, ya vendrá el aguinaldo y “luego recibe lo que da”.

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