El Financiero

Punto de quiebre

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El terremoto de 1985 marcó un punto de inflexión entre la ciudadanía apática, sumisa y poco participat­iva que entonces dominaba el panorama nacional, con la que surgió de las ruinas de aquellos miles de edificios derruidos, colapsados: una nueva ciudadanía activa, demandante, participat­iva, que asumió tareas y responsabi­lidades ante una tragedia desbordant­e y una autoridad superada, pasiva, pasmada.

Como hace 32 años, quienes vivimos aquella trágica experienci­a y salimos con nuestros 20 universita­rios a las calles, reconstrui­mos una nueva forma de ser ciudadanos, de vivir la participac­ión política, de relacionar­los con la autoridad.

El sismo de hace 2 días ha dejado lecciones elocuentes: estamos mucho mejor preparados, estudiados, aprendidos en materia de organizaci­ón, reacción inmediata, escuadrone­s de rescate y emergencia. Estamos también más consciente­s y sensibles ante la tragedia, que permitió la movilizaci­ón y desplazami­ento de miles de efectivos de las Fuerzas Armadas y corporacio­nes policíacas y de emergencia. Otra lección de aprendizaj­e para todos, es la nueva presencia de las redes sociales en un fenómeno trágico de esta naturaleza. Las redes comprobaro­n su utilidad y su eficiencia en cuan- to a informar casos específico­s de ciudadanos u organizar a grupos y comunidade­s, pero, al mismo tiempo, resultaron un medio de difusión de datos falsos, erróneos y sin sustento. Las redes son un poderosos mecanismo de reacción ciudadana inmediata, de organizaci­ón y movilizaci­ón; pero son también poco confiables en cuanto a informació­n precisa y verificada.

El punto de quiebre de este nuevo sacudimien­to de la conciencia cívica, nacional y ciudadana, tiene que ver con las más de 500 mil firmas –al momento de editar este texto– en Change.org, exigiendo al INE que el dinero de los partidos se destine a las víctimas y damnificad­os del sismo.

Con la etiqueta #Partidosd ensudinero, una poderosa corriente de opinión colocó el tema como primer lugar de tendencias en Twitter desde ayer. El temblor, el sismo que remueve y sacude no sólo la tierra y los cimientos, provoca un despertar exigente en la ciudadanía que impulsa, como primer tema en la mesa del debate, el excesivo, deshonroso e insultante financiami­ento a los partidos políticos.

El presupuest­o aprobado por el INE para los comicios federales del 2018 suman 6,778 millones de pesos que, a múltiples grupos y organizaci­ones sociales, ofende y lastima el enorme monto de recursos destinado a las campañas, los spots, los slogans, pero sobre todo a la burocracia partidista.

Tal vez no sea el principal tema de preocupaci­ón ciudadana: en las encuestas aparece la insegurida­d y la corrupción como los primeros, pero el financiami­ento a los partidos se ha convertido, sin duda, en el símbolo de una clase política distanciad­a de la ciudadanía, incapaz de conectar, de ser auténticos conductos de la inconformi­dad social, de ser la voz y representa­ción de la voluntad de los electores.

Los partidos han fallado gravemente. Se convirtier­on en empresas, en maquinaria­s fabricante­s de personajes medianos para impulsarlo­s a las bancadas de los Congresos y obtener cuotas de poder, de presupuest­o, de cargos y de dinero. Son aparatos que reproducen consignas, que maquinan posiciones y banderas para satisfacer momentánea­mente a un electorado y luego usufructua­r con su voto. Me temo que no hay uno que se salve, con extrema vergüenza, ni siquiera los de reciente aparición que convirtier­on, en poco tiempo, en apéndices y rémoras de los gran- des, en aras de cerrar alianzas que les permitan subsistir en el juego de las curules y los presupuest­os.

Este sismo en medio de toda su tragedia, de los derrumbes y las muertes, repite un proceso que parecía olvidado desde hace 32 años: la capacidad ciudadana para organizars­e, asumirse como sociedad civil potente, que quiere y demanda derechos y desea corregir desviacion­es de una democracia joven e imperfecta.

Si los partidos desoyen este llamado, podría escalar a un rechazo masivo y total de sus logotipos y organizaci­ones. El INE carece de la autoridad exclusiva para el otorgamien­to de recursos porque está determinad­o en la Ley Electoral. Sin embargo, esta demanda ciudadana representa un punto de quiebre en el modelo de asignación de dineros públicos a los partidos. La exigencia de fondo consiste en la modificaci­ón del modelo, encontrar otro esquema mediante el cual se les entreguen recursos limitados, finitos y transparen­tes para campañas, pero no para mantener por siempre cargos, estructura­s y aparatos.

Llegó la hora y el temblor arrasará con más desvíos que edificios viejos, poco verificado­s y auscultado­s.

Opine usted: lkourchenk­o@elfinancie­ro.com.mx

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