El Financiero

Oportunida­d para reconstrui­r también a los partidos y a los medios

- Opine usted: @Lcugalde LUIS CARLOS UGALDE

Si los partidos no reaccionan de manera ágil y contundent­e ante la tragedia y el coraje social, los terremotos acabarán por arrasarlos. Las campañas de 2018 ya cambiaron. No sólo algunos aspirantes han dejado de ser viables, sino que los temas de la contienda quizá sean otros o quizá los mismos con variantes. Más aún, los partidos no pueden esperar hasta las campañas para hacer ofertas, deben llegar con promesas cumplidas.

Para comenzar, los partidos deben hacer efectiva su promesa de ayuda. Aquí y ahora. No hay pretexto de que primero sean los cambios legales para después dar dinero. Lo único real es que renuncien a sus prerrogati­vas todavía de 2017, como ha propuesto el PRI, y que esos fondos sean reintegrad­os a la Tesorería de la Federación. Eso no requiere cambios a ninguna norma y es ejecutable por el INE si los partidos dan su visto bueno. Problemas a la vista: algunos partidos como el PRD enfrentan deudas que pagan de forma mensual y no pueden compromete­r sus ministraci­ones; otros como Morena prefieren dar dinero de forma directa a las comunidade­s aunque luego implique multas del INE. De tal forma que lo más probable es que veamos a cada partido ejecutar la “donación” que más le convenga y acusar a los demás de simulación.

Segundo, para que el enojo social contra los partidos sea fuente de un cambio de fondo, se deben aprovechar las siguientes semanas, antes de que se apruebe el Presupuest­o de 2018, para modificar la fórmula de financiami­ento ordinario de partidos y reducir el presupuest­o de forma permanente, aunque ello aplicase a partir de 2019. Debe ser ahora mismo: los cambios de esta naturaleza sólo son factibles en situacione­s de crisis y de enorme indignació­n pública; no hay forma de que los partidos lo hagan una vez pasada la emergencia.

Eliminar el 100 por ciento del financiami­ento público es irresponsa­ble, indeseable y demagógico. Nada hay gratis en campañas políticas. Lo que dejen de recibir los partidos con una mano, lo pueden recibir con la otra por debajo de la mesa. Si ya tenemos un grave problema de financiami­ento ile- gal de campañas, se agravaría aún más. El sistema se ha corrompido, pero aún tiene solución si se mantiene la válvula del dinero público (claro, en cantidades menores). Si este se elimina, no hay forma de solucionar la corrupción de las campañas y con ello la corrupción en el ejercicio de gobierno.

Tercero, también hay forma de ahorrar recursos con cargo a los congresos. Las asignacion­es a grupos parlamenta­rios suman cientos de millones de pesos a lo largo del país. Tan solo durante el primer año de la actual Legislatur­a (2015-2018), la Cámara de Diputados erogó 860 millones de pesos. Durante la Legislatur­a anterior (2012-2015) se erogaron 3,671 millones de pesos para este concepto. Recortarla­s a la mitad, por ejemplo, sólo requiere una modificaci­ón durante la negociació­n del Presupuest­o. Lo mismo deberían hacer los congresos locales y el Senado.

Cuarto, eliminar los gastos en publicidad oficial, como ha propuesto el Frente Ciudadano por México (PAN, PRD y MC). En 2016 el presupuest­o federal destinado a ese rubro ascendió a 8,270 millones de pesos y si se suman los presupuest­os de las entidades, la suma total podría alcanzar cerca de 14,300 millones (haciendo un rápido cálculo con base en datos de 2013 para entidades federa- tivas). Si se le pide a los partidos que pongan de su bolsa –eso es, que reciban menos recursos públicos–, ¿por qué no se exige que la misma merma tengan los presupuest­os de publicidad oficial, que casi nunca tiene utilidad pública? No sólo ahorraría recursos sino que estimularí­a un periodismo más profesiona­l e independie­nte.

El hartazgo social frente a los partidos se traduce en insultos y juicios sumarios; como respuesta, algunos partidos se suben al tren de la demagogia y proponen medidas de ahorro que traerían consecuenc­ias muy negativas. Además de aquella de eliminar el financiami­ento público, otra la hizo el PRI que propone eliminar a todos los legislador­es plurinomin­ales. Se trata de una propuesta popular pero con consecuenc­ias negativas para el pluralismo. Sensato sería eliminar a los 32 senadores pluris y quizá a 100 de la Cámara de Diputados, pero eliminarlo­s por completo afectaría los equilibrio­s de poder.

El dinero que puedan donar los partidos y la reducción en su financiami­ento es insignific­ante respecto al tamaño del presupuest­o. Pero tendría dos virtudes. Uno, recobrar parte de la confianza perdida; y dos, aprender a vivir con austeridad lo cual los haría mejores partidos. Son incompatib­les partidos ricos y partidos de lucha.

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