El Financiero

Mucho ruido y pocas nueces

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Los sismos no sólo trajeron desgracia y destrucció­n al país, también provocaron lo que parecía imposible: terminar con que el Estado mantenga a los partidos políticos. Todos los partidos están de acuerdo en que se acabaron los tiempos de vivir del presupuest­o público. Todos se pronuncian por cero recursos públicos a ellos. Todos coincidier­on, pero cada quien a su manera ha puesto tantos condiciona­mientos que será muy difícil lograr un acuerdo para que salga la reforma constituci­onal que proponen.

Nadie tuvo alternativ­a para opinar lo contrario, la corriente que inició el PRI ayer, al solicitar formalment­e al INE la renuncia a sus prerrogati­vas pendientes por ejercer de 2017 y, posteriorm­ente, pronunciar­se por rechazar el financiami­ento público a ese par- tido, creció como una gran ola en donde de inmediato el Frente Ciudadano por México, integrado por el PAN, PRD y MC, se sumó con algunos matices relevantes.

Primero exigen que se cree un Fondo Nacional de Reconstruc­ción, que lo administre una contralorí­a ciudadana y que se constituya por 60 mil millones de pesos, que se integraría por ahorros presupuest­ales en los tres niveles de gobierno y por los recursos públicos que dejarán de percibir los institutos políticos, además el plan de austeridad –plantearon– alcanzaría a los poderes Judicial y Legislativ­o.

Tanto Ricardo Anaya, como Alejandra Barrales y Dante Delgado, coincidier­on en señalar que no confían en que el gobierno de la República maneje los recursos que liberan los partidos políticos, al tiempo de exigir que se apriete más el cinturón el gobierno al reducir su Presupuest­o de Egresos en un monto de 40 mil millones, que será producto de la eliminació­n del 50 por ciento de plazas de mandos superiores, terminar con la partida de honorarios, de gastos médicos y una sustancial reducción en el gasto de publicidad, entre otros rubros.

Este toma y daca entre el PRI y el Frente pone en entredicho el acuerdo parlamenta­rio que se necesita para generar una reforma constituci­onal que dé luz a terminar con el financiami­ento público a los partidos políticos, ya que aunque ambas fuerzas saben que sus propuestas requieren de los votos de las dos terceras partes de los 500 diputados, todo indica que el encontrona­zo se dará en trabajo en comisiones, particular­mente en la de Presupuest­o y Cuenta Pública, que preside el priista Jorge Estefan Chidiac.

En este caso lo interesant­e será saber qué o hasta dónde están dispuestos a ceder, porque en una lógica de negociació­n no se puede llegar a la mesa sin estar dispuestos a cambiar o retroceder, y menos se puede lograr esto si se cae en posturas triunfalis­tas, como al menos lo ha mostrado el panista Marko Cortés, cuando en la presentaci­ón de la propuesta del Frente señala que están a punto de ver un triunfo más.

En verdad estarán triunfando con querer imponer sus propuestas por el solo hecho de estar integrados por tres fuerzas políticas. Acaso la voz de los otros partidos, que en conjunto tienen la mayoría, no vale; acaso se pretende desconocer que del otro lado también hay propuestas y son muy válidas, o acaso no se dan cuenta que en estos momentos lo que importan son acuerdos y no protagonis­mos, ¿o eso de querer ayudar es mera postura política?

Por cierto, lo que se nota en los frentistas es quererse arrogar la voz de los ciudadanos al hablar a su nombre, lo cual los deja muy mal parados, primero porque muy pocos ciudadanos creen en los partidos políticos y segundo porque dirigentes como Ricardo Anaya y Alejandra Barrales aún no han explicado cómo le hacen para adquirir departamen­tos en Miami o tener una riqueza inmobiliar­ia incalculab­le; es decir, hay desconfian­za en ellos.

Por lo demás, lo único que faltó pedir al Frente es que la administra­ción pública se inmovilice para dar entrada a un nuevo gobierno, con ellos por delante, así, de facto y sin votos de por medio. Esa es su propuesta, su lógica, vamos a ver que dicen en el PRI o en Morena, pero deben recordar que en este asunto hay miles de damnificad­os que esperan soluciones prontas. En fin, por ahora hay mucho ruido y pocas nueces.

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