De los desastres nacen o se destruyen carreras políticas
En septiembre de 2017, entre los desastres naturales y desastres inducidos por la misma clase política, podríamos decir que terminó, en una forma fulminante, las aspiraciones de varios funcionarios. Y todos los “presidenciables” (este TODOS incluye hasta el invencible de AMLO) están sufriendo un desgaste inimaginable. Y las siguientes semanas son claves porque es cuando varias candidaturas para 2018 tienen que definirse; la presión no sólo es política, sino social.
Cuando suceden tragedias y desgracias surgen liderazgos políticos extraordinarios. Esto no sucedió. Al contrario, debido a la falta de capacidad y la poca credibilidad que tienen los políticos y funcionarios en este país, todos estos, y digo todos y todas, no salieron bien librados de esta última tragedia.
Y se quedaron sin tiempo para recuperar alguna semblanza de credibilidad. En parte tiene que ver con los tiempos políticos. Cualquiera de los secretarios del gobierno federal, o jefes delegaciones en la Ciudad de México, o funcionarios de nivel, que quieran lanzarse a alguna candidatura de elección popular, verdaderamente enfrentan un dilema: les urge renunciar a su cargo porque los tiempos políticos y legales lo exigen. Pero, ¿cómo renunciar cuando el país está en crisis por las más recientes tragedias producidas por desastres naturales?
Podrá el secretario de Gobernación, el secretario de Hacienda, el secretario de Educación, el secretario de Salud, el secretario de Turismo, el secretario de Agricultura renunciar en noviembre sin que se perciba que están abandonando el barco porque se está hundiendo.
El mismo problema lo tienen el jefe de Gobierno de la Ciudad de México, la delegada de Tlalpan y el delegado de la Cuauhtémoc. En medio de la remoción de escombros podrán decir: “Goodbye, ahí les dejo el desastre”, para salir hacer campaña en medio del desorden y la desesperanza.
Y aquellos posibles candidatos que piensan que no tienen las ataduras de ser un funcionario público en este momento, también salen salpicados y salpicas. En parte por la tardanza en reaccionar ante la desgracia que surge de los sismos que de una forma u otra afecta a millones de mexicanos.
Pero lo impresionante es que, del Presidente para abajo, ninguno ha podido construir un discurso que tenga credibilidad y que imparta compasión y seguridad de que el país, y la población, saldrás adelante.
De hecho, lo que más corre en las redes sociales son mensajes del Presidente y de los demás, que se han vuelto virales porque los convierten en memes.
Y claro, parte del problema es el punto de partida cuando surgen los más recientes desastres naturales. En este espacio siempre he subrayado que la popularidad y credibilidad de un presidente, gobernador, o cualquier líder, importa, y mucho. Especialmente cuando hay una crisis.
El pasado mes de agosto, Mitofsky, en su encuesta, reveló que la popularidad del Presidente había subido tres puntos, teniendo un segundo incremento consecutivo. Pero no se emocionen, este segundo incremento en su popularidad lo posiciona únicamente con el 22 por ciento de popularidad entre los mexicanos. Eso quiere decir que sólo el 22 por ciento de los mexicanos en agosto aprobaba la gestión de Peña. Sigue siendo un índice de aprobación bajo. Y el problema es que sube solamente tres puntos en un momento en el que el país se encontraba en relativa estabilidad, nada extraordinario sucedió de mayo a agosto. Tomemos en cuenta que, dentro de esta última encuesta, quienes más apoyaron la gestión de Peña Nieto eran las personas de escolaridad más básica y de los niveles socioeconómicos más necesitados ¿Qué pasará tras el sismo del 19 de septiembre? ¿Qué pasará con la raquítica aprobación y credibilidad de esta administración? ¿Caerá aún más bajo tras las abiertas muestras de rechazo de parte de la ciudadanía?
Es muy probable que, después de los temblores de septiembre, caiga aún más la aprobación del Presidente, y con eso el PRI, el PAN, Morena y la clase política en general.
En este espacio había subrayado el siguiente dilema: El Presidente tendrá que tomar decisiones fundamentales sobre su gabinete ante la necesidad de que prosiga el proceso de selección del candidato priista, no sólo para la presidencia, sino para otros puestos de elección popular: ¿Deberá darle prioridad a la sucesión presidencial fortaleciendo las posibilidades de que el PRI retenga Los Pinos en 2018? ¿O deberá el Presidente rescatar las reformas estructurales y asegurar su legado histórico?
Y la gran interrogante para 2018 es: ¿Serán elecciones entre liderazgos nuevos y liderazgos desgastados? ¿O será un proceso electoral entre candidatos malos y candidatos peores?
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