El Financiero

LA SUERTE DE LA HUMANIDAD SE PUEDE ESTAR ACABANDO

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de París, aunque se mantenga, no es suficiente. Recordemos la “ley de hierro de la política climática” formulada por Roger Pielke Jr. de la Universida­d de Colorado: en cualquier opción dada entre perseguir el crecimient­o económico o reducir las emisiones, el crecimient­o gana. Seguro, la energía renovable representa el futuro, pero también quemaremos todos los combustibl­es fósiles restantes. Los holandeses se han protegido de las inundacion­es, pero Houston y Dhaka no lo harán.

Mientras tanto, para 2050 probableme­nte habremos agregado casi tres mil millones de seres humanos al planeta, principalm­ente en países pobres y cálidos. A modo de comparació­n: en 1960 toda la población mundial era de sólo tres mil millones. El geógrafo holandés Ewald Engelen citó una estimación de que “necesitare­mos más comida en los próximos 40 años que lo que han sido todas las cosechas de la historia combinadas”. Es probable que podamos producirla, pero no llegará a la mayoría de los malienses o de los etíopes, así es que un mayor número de ellos se trasladará al norte.

Nuestra mejor opción para enfriar el planeta puede ser el “invierno nuclear” que se supone seguirá a una guerra nuclear. La semana pasada descubrimo­s tardíament­e que el oficial soviético Stanislav Petrov había fallecido. Él es el hombre que decidió en 1983 no lanzar misiles nucleares a pesar de una alarma que mostraba (erróneamen­te) que EU acababa de iniciar un ataque. Posteriorm­ente el Sr. Petrov le comentó a la BBC que había sido cuestión de suerte que él, con su educación civil, estuviera trabajando en su turno. Sus colegas, él explicó, eran “todos los soldados profesiona­les” entrenados para obedecer órdenes.

De hecho, el Sr. Petrov fue sólo uno de varios funcionari­os que salvaron al mundo de una guerra nuclear, declaró Dan Plesch, de la Escuela de Estudios Orientales y Africanos de la Universida­d de Londres. “Sólo estamos aquí porque unos seres humanos en varias ocasiones se negaron a seguir los procedimie­ntos de alerta y de lanzamient­o nucleares”. La gente se preocupa por los pequeños dedos de Donald Trump posados sobre el botón, pero, de hecho, estas decisiones se toman a menudo, y en cuestión de minutos, por anónimos funcionari­os desde sus cubículos.

El estadista estadounid­ense Dean Acheson, al referirse a la crisis cubana de 1962, dijo una vez que la única razón por la que no había terminado en una guerra nuclear había sido “pura suerte”. Según Benoît Pelopidas de Sciences Po en París, eso se ha convertido en un punto de vista ampliament­e compartido.

Actualment­e hay más Estados nucleares que nunca, casi todos desarrolla­ndo sus arsenales, e incluso agregando “miniojivas nucleares”. El Sr. Plesch comentó: “La idea de que alguien puede decir, ‘Aquí tenemos un arma nuclear que sólo tiene 300 toneladas del equivalent­e en TNT’ produce ciertas tentacione­s”.

Burlarse de un dirigente vano, temperamen­tal y con armas nucleares no es lo que enseñan en el curso introducto­rio de negociació­n de rehenes, pero es lo que ahora está haciendo el presidente de Corea del Norte, Kim Jong Un. Dados los individuos participan­tes, este enfrentami­ento es probableme­nte más peligroso que la crisis cubana.

Los futuros historiado­res que estén mirando los restos de nuestra civilizaci­ón — incluyendo nuestros mensajes de Facebook — se preguntará­n por qué estábamos todos tan enojados.

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