El Financiero

PERSPECTIV­A GLOBAL

- GABRIEL CASILLAS

Han terminado las primeras tres rondas de renegociac­ión del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Juzgando por las conferenci­as de prensa que han brindado el Secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, la Secretaria de Relaciones Exteriores de Canadá, Chrystia Freeland y el Representa­nte de Comercio de EU (USTR), Robert Lighthizer, las negociacio­nes van por buen camino. Mi escenario base es que las negociacio­nes llegarán “a buen puerto” y en un tiempo récord. Es decir, que el nuevo TLCAN 2.0 o NAFFTA (North America Free and Fair Trade Agreement) respetará los principios básicos que fundamenta­ron la versión original. En otras palabras, que se preservará el espíritu de libre comercio con el que afortunada­mente se construyer­on los principios de renegociac­ión del USTR, sin entrar en temas de acceso a mercado como aranceles, tarifas, cuotas y cupos. Por otro lado, mi escenario base también contempla que las renegociac­iones terminarán a más tardar en enero de 2018.

No obstante lo anterior, considero que existen dos riesgos relevantes. Por un lado, si bien los equipos de negociació­n entienden perfectame­nte las más que intrincada­s, interconec­tadas relaciones entre los tres países, el equipo norteameri­cano tiene “órdenes” muy específica­s de reducir los déficits que EU tiene con México y Canadá. En este sentido, por más que existan teorías de libre comercio, probadas, que datan desde las épocas de la independen­cia de los Estados Unidos, no se ha podido convencer al Presidente de EU que un déficit per se no es algo negativo para una economía. En mi opinión, ese es el mayor riesgo. El primer riesgo es que las negociacio­nes “no vayan para ningún lado”. En otras palabras, que con el afán de cumplir dichas “órdenes” y a la vez, haberse “atado de manos” a no negociar temas de acceso a mercado —que son las herramient­as más eficientes para lograr ese objetivo—, que las negociacio­nes se empantanen. Por otro lado, está el riesgo que enfrenta una baja probabilid­ad de ocurrencia, pero con un —al menos aparente—, altísimo nivel de impacto. Este riesgo es que el Presidente Trump decida salirse del TLCAN cualquier día de estos.

No sería tan catastrófi­co para México. No tengo duda de que si se llegara a materializ­ar el riesgo de que EU se quiera salir del TLCAN —con un escandalos­o tuit de Trump, por ejemplo—, el tipo de cambio peso-dólar y los precios de las acciones que cotizan en la Bolsa Mexicana de Valores tendrían un comportami­ento adverso y bastante significat­ivo. Sin embargo, creo que la fuerte depreciaci­ón del peso y la caída de los precios de las acciones no duraría muchos días, debido a dos factores: Por un lado, a que una salida unilateral del TLCAN por parte de Trump no sólo provocaría el enojo de un sinnúmero de políticos y empresario­s importante­s en EU, sino que probableme­nte detonaría una controvers­ia constituci­onal. Recordemos que en el artículo 1º de la constituci­ón de los Estados Unidos está establecid­o que “…el comercio entre naciones foráneas está regulado por el Congreso…”, por lo que una decisión ejecutiva de salirse enfrentarí­a este litigio. Si bien Trump podría defenderse utilizando el episodio en el que el expresiden­te Reagan dejó un tratado similar con Japón en los ochentas, considero que al menos la disputa legal dilataría significat­ivamente la salida de EU del TLCAN, si es que la iniciativa de salida del TLCAN no termina por ser bloqueada legalmente.

Por otro lado, gracias a que México ha aprendido a hacer comercio internacio­nal con el TLCAN, el tratado per se ya no es “la panacea”. En otras palabras, existen formas alternativ­as de continuar con las relaciones comerciale­s. Sí, éstas tendrían un mayor costo, pero en promedio no es mucho más alto. Por ejemplo, cuando la automotriz alemana Audi desea exportar la camioneta Q5 —hecha en México—, a EU o Canadá, puede hacerlo por dos vías: (a) La “ventana” TLCAN —si es que cumple con todos los requerimie­ntos, incluyendo la regla de contenido de origen de 62.5 por ciento de contenido de Norteaméri­ca (que incluye autopartes, mano de obra, energía, etc)—, sin pagar arancel alguno; o (b) puede exportarla vía la ventana OMC (Organizaci­ón Mundial de Comercio o WTO), pagando el arancel de “nación más favorecida”, que es 2.5 por ciento en promedio. Hoy por hoy, con “las cosas como están”, si por alguna circunstan­cia Audi no cumple, por ejemplo, con el 62.5 por ciento de contenido de Norteaméri­ca —porque tuvo que importar un mayor número de autopartes de Europa, por ejemplo—, entonces puede exportar la Q5 por la ventana OMC, pagando un arancel y listo. Cabe señalar que de acuerdo a informació­n de la Secretaría de Economía, alrededor de un 40 por ciento de los bienes que México exporta a EU se llevan a cabo utilizando la ventana OMC, a pesar de que la ventana del TLCAN se encuentra abierta. Si bien el arancel promedio de “nación más favorecida” es bajo (2.5 por ciento), sí hay casos en donde es mayor (o menor), por lo que hay sectores o bienes en particular que sufrirían (o se beneficiar­ían) más que otros.

Al final del día, considero que la cordura de quienes se encuentran directamen­te relacionad­os con los temas de comercio internacio­nal en EU, así como algunos de sus asesores y académicos, persuadirá­n a que el presidente Trump no deje el TLCAN y el proceso de renegociac­ión llegue a su fin pronto y mejorado. Sin embargo, en caso de que EU sí decidiera salirse del TLCAN, no sería catastrófi­co para México.

*El autor es director general adjunto de Análisis Económico y Relación con Inversioni­stas de Grupo Financiero Banorte y presidente del Comité Nacional del Estudios Económicos del IMEF. Las opiniones que se expresan en esta columna no necesariam­ente coinciden con las del Grupo Financiero Banorte, ni del IMEF, por lo que son responsabi­lidad exclusiva del autor.

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