El arte de negociar… con Trump
La renegociación del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica tiene un problema de fondo: al final de cuentas, se trata de negociar con Donald Trump… con todo lo que eso implica.
El representante Comercial de Estados Unidos, Robert Lighthizer, sabe que necesita quedar bien con su jefe, el presidente Trump. E incluso, los negociadores que están por debajo de él, asumen la carga de los planteamientos de Trump, aunque sepan que son irracionales.
Había la esperanza de que en el nivel técnico hubiera un buen entendimiento de los asuntos concretos, aunque siempre estuviera el riesgo de que Trump echara los acuerdos para abajo.
Pero, por lo visto, nadie quiere perder su trabajo y en los asuntos cruciales están tratando de interpretar los dichos de Trump y su insensato propósito de terminar con el déficit comercial de Estados Unidos.
El secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, en diversas ocasiones ha expresado, de manera muy precisa, que, si en algún momento percibe que es necesario, tomará la decisión de levantarse de la mesa, lo que hasta ahora no ha ocurrido.
No sabemos todavía si el endurecimiento de la posición de los negociadores norteamericanos tenga que ver con una táctica de negociación –lo más probable– o como le comentábamos ayer, con la construcción de la decisión de abandonar el Tratado.
Trump y su equipo no van a negociar mostrando sus cartas. Uno de sus objetivos será siempre inspirar temor y la sensación de que hay que andarse con cuidado porque si en algún momento se les hace enojar pueden regresar a la posición inicial, de abandonar el Tratado.
Lo peor que pudiera hacer el equipo negociador de México es caer en el juego
de los negociadores estadounidenses.
Habrá que dejar muy claro que nuestro país no aceptará condiciones que les sean desventajosas y hay que poner en acción a los aliados que tenemos en Estados Unidos.
En algún momento hay que llamar de nuevo a Sonny Perdue, el titular del Departamento de Agricultura. Se trata de uno de los pocos que parece no importarle diferir de Trump, y señalarle de nuevo el riesgo que corren sus agricultores.
Y, si esa llamada se complementa con negociaciones del gobierno mexicano con proveedores de granos de otros países, entonces el efecto puede ser mayor.
Hay que activar nuevamente a los empresarios del sector minorista, para que vuelvan a presionar a favor del Tratado.
En suma, hay que subir el costo político que pagaría Trump por la decisión de salir del TLCAN y al mismo tiempo exponer las opciones que tiene México aun sin este arreglo comercial.
Y, todo esto, no para pretender salir realmente. Nos conviene y nos interesa que el Tratado siga, sino para dejarle ver a los negociadores y al propio Trump, que no nos atemorizan sus bravatas.
Hay que seguir negociando, con argumentos sensatos y bien construidos, y esperar que si alguien toma la decisión de irse –que es diferente a levantarse de la mesa en cierto momento– sea el gobierno norteamericano.
Al mismo tiempo, tener un ‘libro blanco’, bien detallado y preparado, con todas y cada una de las acciones que México emprenderá en caso de que Trump cometa la insensatez de dar por terminado el Acuerdo, incluyendo desde la comunicación a los mercados financieros hasta la definición de proveedores, posibles clientes, y los términos de la OMC para todos los productos y servicios que seguiremos comerciando con EU.