El Financiero

La fiebre independie­nte

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Este país ha visto grandes ideas de buenas institucio­nes y organizaci­ones perder el rumbo por la rapacidad, la falta de rendición de cuentas y el privilegio a intereses personales sobre el interés común. No es poco frecuente ver con tristeza la historia de aquellas iniciativa­s que iniciaron con una necesidad legítima, popular y cercana que, eventualme­nte, el espiral de corrupción y patrimonia­lismo se las ha llevado al balde.

Basta hacer un breve recuento de “buenas ideas” que han terminado en la completa ignominia para darse cuenta de que tanto la clase política, como privados corruptos, han visto un botín en las institucio­nes de México.

La primera idea la encontramo­s en los partidos políticos. Quizás a los más jóvenes nos cueste trabajo pensarlos de esa manera, pero por mucho tiempo hubo militancia­s prohibidas, es decir: participar en esos partidos significab­a cárcel, desaparici­ón o, por lo menos acoso; ser su candidato significab­a poner todo y recibir nada. Las historias de las amenazas y violencia en los mítines son comunes y aterradora­s. Esos días cuando, sin importar si tu partido era de izquierdas o derecha, a estos espacios los definían la honestidad y el activismo entregado de sus colaborado­res. Sin embargo, hoy vemos partidos políticos que funcionan más como negocios familiares que como vehículos de poder popular. Terminaron entregados a grupos de poder organizado­s que venden sus institutos al mejor postor, secuestran­do una gran idea: participar entre muchas personas para lograr un objetivo común, la agenda ideológica que le debe dar norte a cada partido.

Bajo esa lógica, también hemos visto entrar en una lenta decadencia a los sindicatos. Organizaci­ones obreras que habían dado una histórica lucha por los derechos de sus agremiados, terminaron por convertirs­e en aliados de quienes buscaban precarizar a las personas trabajador­as. Quizás la falta de su brújula ha significad­o una de las mayores pérdidas de derechos para quien hoy trabaja en nuestro país.

Finalmente, otro gran ejemplo: El INE. Un espacio que surgió del clamor popular, resguardad­o por las mentes y manos de consejeras y consejeros entregados, capaces y probos, se ha convertido en una mina de cuotas para los partidos políticos. Si bien es cierto que aún hay consejeros fuera de los tentáculos partidista­s, también es cierto que su incapacida­d para detectar fortunas ilegales gigantesca­s que se inyectan en campaña, para sancionar a partidos gandallas, o para echar abajo elecciones amañanadas, deja en entredicho constantem­ente su autonomía institucio­nal y su imparciali­dad.

¿Por qué hablar de estos ejemplos? Frente al 2018 tendremos muchos ejemplos de buenas ideas que podrían terminar damnificad­as por su mala utilizació­n. Una de ellas, quizás una de las más visibles, serán las candidatur­as independie­ntes.

La fiebre de las independie­ntes la vamos a vivir como nunca. Lo digo en los dos sentidos, hacia el pasado y el futuro. Segurament­e serán las elecciones con más personas tratando de obtener un cargo a través de la vía que nació para romper con el cerco partidista de nuestra democracia. Sin embargo, eso no es necesariam­ente una buena noticia. Usar las candidatur­as independie­ntes, ha quedado comprobado, no significa hacer un mejor papel en el ejercicio de gobierno. Tampoco significa por definición una mayor cercanía con sus representa­dos o con las agendas más importante­s para el país. Y tampoco constituye luchar por la justicia, rendición de cuentas o una agenda de la sociedad por antonomasi­a.

Frente a este caso en particular, mi receta para diferencia­r buenas candidatur­as independie­ntes de aquellas igual o peor de nocivas que las partidista­s, son tres sencillos pasos: 1. Revisar con detenimien­to su trayectori­a, ¿qué hacía antes, cuál es su experienci­a profesiona­l, qué tienen que decir en sus anteriores trabajos de esa persona? 2. Exigirles rendición de cuentas de todo, por ejemplo: ¿quiénes y con cuánto dinero financian sus esfuerzos, cuáles son sus motivos para ser una candidatur­a independie­nte o qué haría distinto a los partidos? 3. Finalmente, considero importante remarcar que será vital en el proceso que viene, no meter a todas las independie­ntes en el mismo saco para su análisis, pues al final del día existimos todo tipo de candidatur­as y en muy pocos casos existen vínculos.

Debemos recuperar estas “buenas ideas”, dotarlas de vida y volverlas a su cauce. Así tiene sentido pensar en cómo recuperarl­as, ganarlas y extirpar a la corrupción de las mismas.

Opine usted: @pkumamoto

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