El Financiero

Lo que pasa en Las Vegas, no siempre se queda ahí

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garmenta@ elfinancie­ro. com.mx Hace un par de meses estuve en Las Vegas y, después de ver el espectácul­o de Cher, no pude sino pensar que esta es una ciudad en la que es posible todo: desde el pecado hasta los milagros. Porque pareciera que sólo ahí es factible presenciar el concierto de hora y media —claro, con grandes descansos— de una cantante que sobrepasa los setenta años de edad y que, además, se muestra en bikini, con gran dignidad y con un cuerpo muy bien conservado, esfuerzo que no demeritan los trabajos de los cirujanos.

Las Vegas es una metrópoli bizarra, barroca y sorprenden­te, una enorme cantina cuajada de luces en la que se puede beber en la calle y donde la gente deja los vasos vacíos en cualquier acera, en cualquier barda. En este paraíso ficticio, donde reina el hedonismo, se vende felicidad y la gente la compra, porque cree eso es la felicidad: la posibilida­d de vivir una fiesta de 24 horas al día, donde se pueden traspasar todos los límites sin problemas, pero con una sola restricció­n, el delito, que aquí parece haber muy pocos.

Con el anzuelo de los casinos, en esta urbe edificada con fines lúdicos en medio del desierto, los naipes, la ruleta y el sueño de hacerse rico con un golpe de suerte abren la puerta para penetrar en el mundo complement­ario de los grandes shows, los buenos restaurant­es, las sicalíptic­as fiestas en las enormes albercas, las bodas de fantasía y disfraces y los divorcios rápidos, al gusto del cliente; los amores eternos que duran hasta que llega la cruda y el sexo como industria. En lo que se espera la luz verde del semáforo en una esquina de la Strip —su avenida más famosa—, es posible recibir en mano diez tarjetas de tables, casas de citas o agentes libres que dan servicio a domicilio. Todo está permitido, por eso se autonombra con orgullo “La ciudad del pecado”, y ese es su principal atractivo como destino turístico. Por eso su mejor historia de amor llevada a la pantalla es el romance de una prostituta y un alcohólico que decide irse a esta ciudad de Nevada para morirse bebiendo. Y lo logra.

Por todo esto no es casual que sea una ciudad a donde llegan casi 43 millones de turistas al

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