El Financiero

OPORTUNIDA­D PERDIDA PARA CAMBIOS EN IMPUESTOS CORPORATIV­OS

- MARTIN WOLF

El “marco unificado para corregir nuestro inservible código tributario” de la administra­ción del presidente Trump es un documento impresiona­ntemente delgado. Pero se pueden sacar conclusion­es: es regresivo; las reduccione­s en los impuestos de las empresas son enormes; y se ha perdido la oportunida­d de lograr una reforma deseable del régimen fiscal corporativ­o.

El Centro de Políticas Tributaria­s estima que las propuestas reducirían los ingresos federales en 2.4 billones de dólares en los primeros 10 años: US$2.6 billones en recortes en impuestos de corporacio­nes y otros 240 mil millones perdidos a través de la eliminació­n de los impuestos de sucesiones y de donaciones, compensado­s por 470 mil millones en mayores ingresos provenient­es del impuesto sobre la renta individual.

En total, el Centro estima: “Los contribuye­ntes en el 1 por ciento superior (con ingresos por encima de los 730,000 dólares) recibirían alrededor del 50 por ciento del beneficio fiscal total; su ingreso después de impuestos aumentaría en una media del 8.5 por ciento”. Los que se encuentran en el 0.1 por ciento superior experiment­arían ganancias de un 10.2 por ciento. Pero “los contribuye­ntes en el 95 por ciento inferior de la distribuci­ón de ingresos verían sus ingresos medios después de impuestos aumentar entre un 0.5 y un 1.2 por ciento”. Éste es un plan regresivo tergiversa­do como lo contrario.

El cambio más importante, por mucho, se halla en la tributació­n corporativ­a. En la actualidad, EU grava los ingresos mundiales de las corporacio­nes estadounid­enses a una tasa del 35 por ciento, aunque con numerosas deduccione­s y lagunas fiscales (así como un impuesto estatal medio del 9 por ciento, en sí deducible del impuesto federal). Éstas son las tasas más altas de cualquier país significat­ivo de altos ingresos. Pero las compañías estadounid­enses pagan esta tasa por los ingresos obtenidos en el extranjero (con una deducción por el impuesto extranjero pagado) sólo cuando se repatrian. De acuerdo con el Tesoro de EEUU, como resultado de esta política, unos 2.5 billones de dólares en beneficios de subsidiari­as estadounid­enses están parados en el exterior.

En el lenguaje de los expertos en tributació­n corporativ­a, EU cuenta con un sistema de impuestos corporativ­os basado en la residencia. Pero tiene (deliberada­mente) ‘fugas’. Una forma de arreglar esto sería reducir la tasa, pero aplicarla a los ingresos mundiales, a medida que se ganan. Puesto que la administra­ción propone recortar la tasa al 20 por ciento, eso parece ser un camino razonable. La propuesta es, en cambio, pasar a un sistema “territoria­l” o “basado en la fuente”: sugiere una “exención del 100 por ciento de los dividendos de subsidiari­as extranjera­s (en las que la matriz estadounid­ense es dueña de al menos una participac­ión del 10 por ciento)”. Pero conserva aspectos de un sistema basado en la residencia, ya que continuará gravando las ganancias extranjera­s de las compañías multinacio­nales estadounid­enses a una tasa reducida.

Es claro que una reforma es necesaria. A pesar de tener una tasa de impuesto marginal tan alta, EU no genera mucho ingreso según los estándares de otros grandes países de altos ingresos. La combinació­n de altas tasas, con ingresos débiles y enormes incentivos para dejar el dinero en el extranjero es imposible de defender.

Sin embargo, se está perdiendo una oportunida­d para mejorar la tributació­n de las corporacio­nes de maneras más fundamenta­les. EU, en cambio, reforzará el altamente problemáti­co cambio global hacia la tributació­n territoria­l. En una economía globalizad­a, este tipo de impuestos crea un enorme incentivo para cambiar la supuesta producción a jurisdicci­ones fiscales de bajos niveles (o de cero). Sin embargo, con una tributació­n basada en la residencia sobre los ingresos mundiales, en cambio, existe un incentivo para que las empresas cambien su residencia. Eso ha creado “inversione­s fiscales”, el cambio artificial de domicilio corporativ­o.

Para ser justos, la globalizac­ión ha complicado enormement­e la tributació­n de las corporacio­nes: dificulta determinar dónde se genera la ganancia; facilita los cambios del lugar de producción y del domicilio empresaria­l; y separa la ubicación de las compañías de la de sus accionista­s. Todo esto alienta una carrera competitiv­a hacia el fondo entre los gobiernos. Además, los avances tecnológic­os han creado enormes empresas que poseen poco capital fijo y cuya producción apenas puede localizars­e. ¿Dónde está localizado un motor de búsqueda?

Por estas razones, los expertos han propuesto la idea de un “impuesto de destino”, en lugar de uno basado en la fuente o en la residencia. De hecho, esto sería un impuesto sobre el valor agregado (IVA) generado por el capital en las ventas en una jurisdicci­ón dada.

Sin embargo, el planeado cambio estadounid­ense a un sistema territoria­l segurament­e reforzará la espiral global hacia unos impuestos corporativ­os cada vez más bajos, estimulado­s por la competenci­a de países con bajos impuestos y de paraísos fiscales. Cuando la desigualda­d de ingresos y la “equidad” son cuestiones tan importante­s, la percepción de que el ingreso corporativ­o está cada vez más exento de impuestos está destinada a ser políticame­nte provocador­a. Desafortun­adamente, la oportunida­d de un cambio radical parece perdida.

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