El último cuerpo
Durante quince días, una familia vio llegar e irse a 48 más que como ellos esperaban recuperar el cuerpo de aquellos que no pudieron escapar del 286 de Álvaro Obregón.
Ayer, dos semanas después de que 7.1 grados transformaran su vida, se quedaron solos en esa espera, anónimos dentro de una carpa atestiguando cómo ocho rescatistas trataban de quitar toneladas de la loza catalana que no dejó salir al hombre que hasta el cierre de esta edición seguía bajo los escombros.
El 19 de septiembre, miles de voluntarios y rescatistas rodeaban el lugar, llegaban víveres de todos lados, ayer había más militares esperando entonar el último Himno Nacional que personas quitando escombros. Lo único que quieren es recuperar a ese joven que aguarda en el piso cuatro y una familia que hace días perdió la esperanza de verlo salir con vida y nada más quieren darle una despedida digna, llorar lo que sea necesario y descansar el alma.
Han salido 48 cuerpos por delante, todos identificados. Son 48 familias que, unidas por la tragedia, se daban consuelo mutuo y que día a día se iban tras la dolorosa llamada que les daba una noticia que esperaban, pero no querían oír: el cuerpo de su familiar estaba ya con los forenses.
Ayer ya no había más que una familia que no se ha despegado de esas ruinas en casi 400 horas.
Alrededor aún hay calles cerradas. Salamanca y Ámsterdam suman historias de damnificados. Las avenidas donde ya hay tránsito no vuelven a la normalidad, el olor cuenta historias de aquellos que la joven que el sábado 23 de septiembre se graduaba, de la que estaba por casarse o de aquel joven que el lunes siguiente empezaba un nuevo trabajo al que nunca pudo llegar.
Roberto Campa, subsecretario de Derechos Humanos de la Secretaría de Gobernación, mantuvo el discurso los últimos diez días: “no parará nadie hasta rescatar el último cuerpo”, después de esto se podrá llevar el trabajo de demolición del edificio. Hasta el momento lo han cumplido.
Y aunque la zona que fue campamento de familiares, voluntarios, rescatistas y prensa aún conserva las lonas amarillas que mitigaban las tardes de lluvia, en la zona sólo aguardan fotógrafos que esperan a esa última víctima, y ‘turistas’ y curiosos que se acercan a ver de lejos el derrumbe y a pedirle a alguien que los deje asomarse a su lente para ver a esos rescatistas que no piensan detenerse hasta sacar el último cuerpo.
Después del último cuerpo inicia formalmente la reconstrucción. Él cierra la etapa de la tragedia, empieza la emergencia de atender a los que perdieron todo. La ciudad, aún vestida de negro, guarda luto.
Ronda una propuesta en redes sociales: el próximo 19 de octubre a las 13:14 (hora del sismo) salir a los puntos de reunión de los simulacros, ahí todos guardar tres minutos de silencio con el puño cerrado en alto. Dice la iniciativa: “Tres minutos para recordar a los que ya no están físicamente con nosotros. Para reconocer a los cientos de miles de mexicanos que hicieron algo por otros mexicanos cuando más lo necesitaban. Para agradecer a los extranjeros que vinieron de lejos para ayudarnos. Para no olvidar, llorar, agradecer, abrazar y pensar en todo lo que hemos vivido. Juntos, sin discursos, sin protagonismos. Porque, aunque nos veamos igual, ya no somos los mismos. Si te gusta esta idea compártela para que sea una realidad. 19 de octubre, 13:14. Homenaje por el 19S”. Ojalá muchos nos unamos, será el primer recordatorio, sabremos que hemos cambiado y no los hemos olvidado. El rescate de esta ciudad también se da en la memoria.