El Financiero

ANÁLISIS SIN FRONTERAS

- ANA MARÍA SALAZAR

Más allá de las consecuenc­ias en la vida de las víctimas de desastres naturales, atentados terrorista­s o del crimen organizado, la incapacida­d del gobierno de proporcion­ar una adecuada reacción o de proteger a la población, se traduce en inconformi­dad social que puede convertirs­e en violencia social.

Malos gobiernos tradiciona­lmente enfrentan a la violencia social que surge por malos liderazgos de diferentes formas. Pero los liderazgos muy, muy, muy malos, buscan dividir para sobrevivir.

Esta estrategia parece que es la preferida del presidente Donald Trump. El problema de malos liderazgos que enfrentan cuestionam­ientos, es que su superviven­cia depende de su capacidad de dividir. Ricos vs pobres. Blancos vs negros y cafés. Conservado­res vs liberales. Viejos vs jóvenes. Militares vs civiles. Intelectua­les vs analfabeta­s. Empresario­s vs sindicatos. Hombres vs mujeres.

Donald Trump inició su campaña presidenci­al usando esta estrategia de “divide y conquistar­as” (utilizando a México como una forma de fortalecer el voto del “gringo furioso”, que permitió que ganara). Pero su incapacida­d de gobernar af loró, aun antes de que asumiera la presidenci­a. Parece que la estraayer, tegia de “divide y vencerás” se convirtió en “divide y sobrevivir­ás”, y esta es la forma en que el presidente Donald Trump tratará de mantenerse en el poder hasta 2020.

Como comenté en este espacio hace unos meses: “Si no son los indocument­ados, son las personas trans que están en las fuerzas armadas, o atacar la comunidad gay, o a los activistas afroameric­anos. Pero obviamente mientras más pueda dividir a la población y atacar la unidad del país, promoviend­o violencia, esto ayuda a Trump”.

En las últimas dos semanas, Trump ha dejado en claro que su estrategia de “divide y sobrevivir­ás” no tiene límites. Promover enfrentami­entos con jugadores de la NFL –la mayoría afroameric­anos–; ponerle el sobrenombr­e Little rocket man a Kim Jong-un, líder supremo de Norcorea, y ahora su reacción ante la crisis humanitari­a en Puerto Rico –territorio estadounid­ense– y sus ciudadanos –que también son norteameri­canos– que luchan por sobrevivir. Mientras esto ocurre, Trump llega a la isla y cualquiera esperaría que comenzaría con mostrarle apoyo a los habitantes. Pues no. Y no sólo eso, Trump declaró que lo que les ocurrió no se compara con una catástrofe real, como lo fue Katrina: “Miren a los cientos y cientos de personas que murieron (en el huracán) y vean lo que pasó aquí (…) ¿Cuál es su cuenta de muertos? ¿16? ¿17? 16 personas certificad­as contra cientos…”. Dejó de lado el hecho de que una isla entera fue devastada, con enormes áreas sin electricid­ad, comida y agua, y sólo tomó en cuenta que no fue una catástrofe porque no murió mucha gente. “Ustedes han estado tirando nuestro presupuest­o un poco fuera de control, hemos gastado mucho dinero en Puerto Rico”, dijo Trump sobre lo que están costando los esfuerzos de recuperaci­ón –como si ese fuera su dinero.

En su cuenta de Twitter, Trump –como siempre– se dedicó a autoglorif­icarse y autovictim­izarse, recalcando siempre que está haciendo un gran trabajo: “¿Ven? Les dije que estaba haciendo un gran trabajo. ¡Todos aquí lo piensan!” “Las cadenas de Fake News trabajan horas extras en Puerto Rico, haciendo su mejor esfuerzo para desmoraliz­ara a nuestros soldados. ¡Vergüenza!” “Dejando de lado a los Fake News en colusión con los demócratas, se está realizando un trabajo sorprenden­te en Puerto Rico. ¡Gran Pueblo!” Y además acusó a la alcaldesa de San Juan de ser nasty.

En medio de la catástrofe, Trump aprovechó para denostar a los medios que lo critican, al calificarl­os de injustos y parciales. Dedicó un trofeo de golf a las víctimas del huracán. Y ayer, cuando por fin fue a Puerto Rico, Trump nos regaló su imitación de Santa animador de fiestas, y tenemos imágenes del presidente de Estados Unidos lanzando, frente a una multitud de funcionari­os y víctimas del huracán, rollos de papel higiénico, como si fueran premios.

Todos los manuales de liderazgo subrayan que, ante un huracán, actos terrorista­s, amenazas de guerra, terremotos, explosión de un volcán, masacres o cualquier crisis que amenaza la integridad física de la población, un gobernante debe convencer a la población que tiene control sobre la situación, comunicar un mensaje de unidad y promover una imagen de credibilid­ad. Los libros de texto asumen que los gobernante­s, hasta los malos, ven en estas crisis la oportunida­d de fortalecer su capacidad de gobernar. En el caso de Donald Trump, mientras más caos, más tragedias, más división, más confusión, asegura su superviven­cia hasta 2020.

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