El Financiero

El resurgir del nacionalis­mo japonés

- LOURDES ARANDA

El domingo 22 de octubre habrá elecciones generales en Japón, en las que se votará por los miembros de la Cámara Baja de la Dieta Nacional. El primer ministro Shinzo Abe adelantó estas elecciones catorce meses, sin que fuera necesario, para poder aumentar sus posibilida­des de mantenerse en el poder más tiempo.

El PLD, de centro-derecha, contó con mayorías amplias a lo largo de casi toda la segunda mitad del Siglo XX, respaldado por la clase empresaria­l y la burocracia. Hoy, el sistema de partidos actual está más dividido, como resultado de la escisión del PLD en los años 90, cuando se formó el Partido Democrátic­o (PD), el principal grupo opositor que ejerció el poder un par de ocasiones (la más reciente fue entre 2009 y 2012).

El primer ministro ha sido el principal motor detrás de las medidas que han permitido el crecimient­o de la economía japonesa en el último lustro y de un papel más activo en el G7 y el G20. Hoy goza de una aprobación popular que envidia casi cualquier mandatario de una democracia liberal (50%), gracias al manejo de la crisis con Corea del Norte. Abe es uno de los pocos líderes a quien Trump parece escuchar y que además ha forjado alianzas con actores fuera de su continente. Sin embargo, pesan sobre él acusacione­s de corrupción que empañan sus méritos.

Parte del cálculo de Abe para llamar a elecciones fue el momento de debilidad por el que pasa la oposición. Como ha ocurrido con otros partidos de centroizqu­ierda en el mundo, el PD vive una crisis profunda. No ha sabido ofrecer una alternativ­a a Abe y al PLD. En su lugar, se ha concentrad­o en cambios formales (entre un líder y otro) que hoy lo sitúan con una intención de voto menor a 10%.

En una jugada política temeraria, para impedir la división del voto en contra de Abe, el PD anunció que no presentarí­a candidatos a las elecciones anticipada­s y que permitiría que sus miembros se sumaran a las listas de un partido nuevo, el Partido de la Esperanza. Esta agrupación es la plataforma de Yuriko Koike, gobernador­a de Tokio, la primera mujer que ostenta ese cargo.

Las elecciones de las próximas semanas advierten la reconfigur­ación del sistema político en el país. La figura de Koike responde a lo que ha ocurrido en otras partes del mundo con electorado­s desencanta­dos. Su carisma es ajeno a las elites tradiciona­les. Ha sido capaz de presentar un discurso novedoso, pero también la distinguen contradicc­iones que no pasan inadvertid­as. Por una parte, es ecologista, feminista y reformista convencida; promueve expresione­s populares como el animé. Por otra, su discurso es nacionalis­ta: es una visitante asidua al santuario de Yasukuni –un templo donde se conmemora a los muertos en combate durante la Segunda Guerra Mundial– y respalda la revisión del artículo 9 de la Constituci­ón, el que no permite que Japón tenga un ejército en forma.

En un giro interesant­e, el martes pasado, Koiko insistió en que se mantendrá al frente de la gubernatur­a de Tokio –vienen los juegos olímpicos de 2020– y que no buscará un asiento en la Dieta. Esta decisión parece coincidir con las últimas encuestas que dan una ventaja de nueve puntos porcentual­es (según el diario Kyodo News) al PLD. No obstante, a pesar de que perderá la oportunida­d de disputar la formación del gobierno, el Partido de la Esperanza se convertirá en el rival a vencer en elecciones futuras. Hay que tener presente que arrebató banderas simbólicas a su adversario y que será la oposición mejor representa­da en la Dieta.

Este panorama nacional anuncia que la reelección de Abe traerá también un giro para afianzar sus medidas para “devolver la grandeza a Japón”. Es previsible que la discusión sobre Corea del Norte conduzca a la reforma constituci­onal para que Japón pueda contar con un ejército. Si se percibía en los últimos años que Japón se ensimismab­a frente a los conflictos regionales, incertidum­bre que acentuaba la actuación errática del gobierno de Estados Unidos, se abre ahora la puerta a mayor beligeranc­ia de ese país. Esta orientació­n podría situar a la región en una nueva carrera armamentis­ta, que traería mayor inestabili­dad en el este de Asia.

Opine usted: @lourdesara­nda

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