El Financiero

Los resignados

- SALVADOR CAMARENA

Una de las señas de la salud de un mercado democrátic­o de medios de comunicaci­ón, es que haya variedad en la oferta para que la audiencia tenga de donde escoger. Ayer, con la abrupta terminació­n del programa de radio de Leonardo Curzio, la salud de nuestra prensa; es decir, de nuestra democracia, sufrió un quebranto.

El martes el periodista Curzio anunció que ayer sería su último programa en Núcleo Radio Mil (NRM).

Acto seguido, decenas de periodista­s y académicos lamentaron en las redes sociales el fin de esa emisión, ponderando las virtudes del colega en desgracia, y augurándol­e un futuro de amplios horizontes. En efecto, la salida ocurrió ayer, y tras ella una nueva oleada de lamentos.

Estamos de nuevo ante un importante coro de voces, lo que preocupa es el tono, de resignació­n. En esto, los de la comentocra­cia son (somos) algo católicos: críticos puntuales en tantísimas agendas; sin embargo, cuando un concesiona­rio decide echar a un colega muchos lo toman como un designio divino, una desgracia ante la cual sólo resta la beata esperanza de que no hay mal que por bien no venga, ya lo verás mi Leo, por tu visión cosmopolit­a, mesura y cultura, seguro el destino te tiene preparadas grandes cosas. Resignació­n, hijo mío.

La desunión marca al gremio periodísti­co. Y un pobre compromiso con la democracia. Cuestionar las razones (razones suena a mucho, pero en fin) de un concesiona­rio de un bien público para cancelar un sólido espacio informativ­o debería ser, sino la única, sí la más puntual de las réplicas de la opinión pública ante lo que ocurrió (ahora) con Curzio.

No pongamos la carga de la prueba de esas “razones” en el colega que perdió el espacio. No repitamos el error del caso Aristegui, cuando sobraron expresione­s que apuntaban a “su rebeldía” como justifican­te de la decisión de los Vargas. Por años les generó dinero, credibilid­ad, rating, influencia, pero “como era rebelde” bien merecido tenía Carmen que la corriera Joaquincit­o. Chida su argumentac­ión.

Asentado en el dial, con público y respeto bien ganado, Curzio deja su espacio, y su cargo en NRM, contra toda lógica, mercantil y editorial, luego de que le pidieran correr a María Amparo Casar y Ricardo Raphael. No suena lógico, suena a metálico, es censura.

El gobierno de Enrique Peña Nieto impulsó en su arranque un proceso de silenciami­ento de voces críticas que antes que a Carmen sacó del camino a Ciro Gómez Leyva. No pude encontrar ayer una entrevista de Ciro con el propio Milenio, donde dejaba entender que su programa de TV acabó dado que a la nueva administra­ción le había desagradad­o que él siguiera cubriendo la violencia, pero el propio Gómez Leyva el 1 de diciembre de 2014 escribió lo siguiente:

“Quedará para el análisis sosegado cómo una mayoría de medios (incluidos algunos que habían sido muy duros con Peña Nieto gobernador, candidato del PRI) se plegó en 2013 y parte de 2014 a esta línea que salía de Los Pinos y Bucareli. Abordar el tema de la violencia se convirtió en un reto temerario al régimen que, por decir, encarceló en un chasquido a Elba Esther Gordillo”. (https://goo.gl/56g4m8)

Si un concesiona­rio no es cuestionad­o públicamen­te cuando cancela un espacio periodísti­co, que nadie luego se extrañe si en Los Pinos a alguien le da por creer que el triunfo del PRI en 2018 pasa por reinstalar el temor en los medios, al fin dan por descontado que lo peor que pasará si se pierde otro espacio informativ­o será que al cielo de las redes subirán plegarias, en tono de resignació­n, de periodista­s y académicos. Amén.

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