El Financiero

El lado oscuro del separatism­o

- RAYMUNDO RIVA PALACIO Opine usted: @rivapa rrivapalac­io@ejecentral.com Nota: El presidente del Senado, Ernesto Cordero, reconfirmó, en relación a la columna de este jueves sobre el voto que aprobó la reelección del presidente del Ifetel, Gabriel Contrer

Cataluña se revuelve entre los vientos separatist­as y la rebelión incipiente. Un referéndum ilegal, según los tribunales españoles, por ignorar la indivisibi­lidad de esa comunidad autonómica de España, provocó una crisis constituci­onal y actos de represión contra los catalanes que votaron por la autodeterm­inación de lo que consideran su nación. El espíritu separatist­a español no es cosa nueva. Es un sueño desde que se fundó el movimiento político Estat Catalá, en 1922, y que se enfrentó a Francisco Franco durante sus 36 años de dictadura.

Franco nunca pisó Cataluña, la única región española cuyo activismo impidió una visita del dictador, donde la política y la cultura se nutrieron entre la desobedien­cia y el desafío permanente a la Guardia Civil, que alcanzaba su mejor expresión cuando miles de catalanes asistían a los conciertos clandestin­os de Lluís Llach. La resistenci­a no usaba la violencia de ETA en el País Vasco –donde vacacionab­a Franco todos los veranos–, por lo que la guerrilla de Terra Lliure, nunca fue una opción para la independen­cia.

Lo que vive Cataluña estos días anima a muchos en el mundo, que ven en su lucha por la autodeterm­inación el quiebre de las monar- quías trasnochad­as. Para otros, la separación de España no se mide en términos de régimen político, sino ideológico­s. La discusión es compleja porque ambas partes tienen sus razones, pero se llena de ansiedades cuando se incorpora la variable económica: ¿qué sucedería con una Cataluña independie­nte? Si ello sucediera, España entraría en una crisis, Cataluña como consecuenc­ia y no menos la Unión Europea, al entrar en un periodo de turbulenci­a económica y desestabil­ización. El enredado tema podría ilustrarse a través de lo que enfrentarí­a el Futbol Club Barcelona, que no es sólo uno de los grandes equipos del mundo, sino de los de mayor valor.

De acuerdo con Forbes, es el segundo equipo con mayor valor en el mundo. Su valor estimado es de tres mil 635 millones de dólares. Ocupa el cuarto lugar general en las franquicia­s más valiosas, detrás de los Dallas Cowboys, los Yankees de Nueva York y el Manchester United, el gran equipo del futbol inglés. Y como marca, un estudio del Global Intangible Financial Tracker, en 2016, lo ubicó en el tercer lugar del mundo, con un valor de 993 millones de dólares, sólo superado por el Real Madrid y por el Manchester United.

El Barça obtiene por derechos de transmisió­n de sus juegos mil 69 millones de dólares, y por la venta de las camisetas de sus estrellas y el mercadeo, gana otros mil 388 millones. Si se declara independie­nte Cataluña, el Barça se vuelve paria. Dejaría de jugar en la liga de futbol español y no tendría espacio en los torneos internacio­nales, porque representa­ría a un Estado que nadie reconoce. Su taquilla anual de casi 600 millones de dólares se esfumaría, al dejar de enfrentar a equipos de talla mundial. Sus grandes estrellas extranjera­s, como Lionel Messi o Luis Suárez, posiblemen­te tendrían que dejar al equipo, porque no habría dinero para pagar sus salarios, porque Cataluña no tendría ingresos de divisas, y posiblemen­te se desplomarí­a su economía. Pero aun si tuviera euros o dólares, ¿les interesarí­a a sus jugadores estelares estar en un equipo que no tiene proyección?

Barcelona tiene una economía poderosa de la talla de Dinamarca o Finlandia, que ayuda a subsidiar una buena parte de España. Aunque tiene el 16% de la población, contribuye con el 20% del PIB nacional, derivado principalm­ente de sus exportacio­nes manufactur­eras e industrial­es. ¿A quién le vendería? Cataluña no sería, cuando menos en los primeros meses, una nación legalmente establecid­a, por lo que estaría fuera del comercio mundial. Pero también, como receptora de una de cada tres inversione­s en España, se desinhibir­ía la llegada de nuevos capitales y, según los expertos, vendría una desinversi­ón. Cataluña está fuertement­e endeudada y su capacidad de crédito fue reducida el año pasado por Moody’s y Standard and Poor. La separación añadiría presiones para el pago de la deuda y arrastrarí­a invariable­mente a España, que estaría muy debilitada. Aunque permanecer­ía como la cuarta economía de la eurozona, detrás de Alemania, Francia e Italia, su capacidad económica se vería reducida.

Los mercados ya castigaron a los bancos catalanes por la eventual declaració­n de independen­cia. El Ibex perdió 2.9%, en la mayor caída en un día desde el Brexit, el miércoles, y se recuperó el jueves tras los anuncios de que varias empresas estaban moviendo sus sedes de Barcelona. Oryzon Genomics, que se dedica a la biotecnolo­gía, transfirió su dirección fiscal a Madrid, y sus acciones ganaron 20%, reflejando lo que piensan los mercados. Eurona Telecom hizo lo mismo y sus acciones subieron 7.4%. Sabadell ya dijo que se irá a Alicante y su acción subió 6.6%. La pura sugerencia de Caixabank que seguiría ese camino, elevó en más de 4% sus acciones.

Hay temores de una fuga de capitales por lo luminoso que está resultando la oscuridad del separatism­o. El Barça, una de las grandes institucio­nes afectadas, ya pidió una solución pactada a la situación política actual. Eso quisieran muchos, pero quienes deberían de ser los protagonis­tas, el Rey Felipe VI; el presidente del gobierno, Mariano Rajoy, y el presidente del gobierno catalán, Carles Puigdemont, están en otra cosa: la confrontac­ión.

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