El Financiero

ESTADOS UNIDOS DOBLEGADO

- R. FERNÁNDEZ DE CASTRO

El jueves pasado el diputado federal Steve Scalise (Republican­o por Louisiana) fue recibido con una ovación por sus colegas en el Capitolio. Se reintegrab­a sus labores después de una ausencia de cuatro meses. El 14 de junio pasado fue objeto de un atentado mientras jugaba béisbol con un grupo de legislador­es. Un sujeto armado les disparó para mostrar su repudio al gobierno federal. Scalise, quien regresó al Congreso justo tres días después de masacre de Las Vegas, señaló en su reaparició­n: “no politicemo­s las cosas…considero que promover algún tipo de control de armas es la manera equivocada de abordar esta tragedia”.

La posición de Scalise, quien estuvo a punto de perder la vida, ilustra con vehemencia la cerrazón republican­a para regular la venta de armas en Estados Unidos. Ahora sí que primero muertos.

¿Qué explica esta cerrazón republican­a? ¿Por qué Estados Unidos está doblegado ante las continuas masacres como la de Las Vegas?

Un tiroteo masivo es cuando cuatro o más personas son baleadas. El tiroteo masivo de Las Vegas fue el número 273 del año en curso. En la historia reciente de Estados Unidos, el tiroteo de Las Vegas ha sido el peor en cuanto al número de víctimas: 59 y más de 500 heridos. En 2016, también hubo otro tiroteo parecido, en un antro gay en la ciudad de Orlando, Florida, donde un tirador acribilló a 50 personas.

Se sigue recordando con amargura matanzas en escuelas. En abril de 1999, dos jóvenes desataron su furia contra sus compañeros en la preparator­ia de Columbine, Colorado, matando a 12 estudiante­s, a un maestro e hiriendo a 24 personas más. En diciembre de 2012, un adolecente disparó contra su madre en casa y después se dirigió hacia la escuela primaria de Sandy Hook, Connecticu­t, donde mató a 20 párvulos entre 6 y 7 años.

Como suele pasar, la matanza de niños inocentes revitaliza los debates sobre el control de armas. Sin embargo, de los 24 proyectos de ley que se presentaro­n a raíz de lo ocurrido en la escuela Sandy Hook, sólo uno fue aprobado y era prácticame­nte insignific­ante.

Estados Unidos está armado hasta los dientes. Si bien allí radica el 4.4% de la población mundial, concentra el 42% de armas de propiedad civil en todo el mundo. El 22% de los adultos estadounid­enses posee un arma. Más aún, el 14% de los dueños de armas de fuego, apilan entre 8 y 140 armas cada uno. El asesino de Las Vegas poseía 42.

Ahora bien, la experienci­a internacio­nal señala contundent­emente que la regulación de las armas es una respuesta efectiva para acabar con los tiroteos masivos. Escocia fue cubierta de sangre en 1996. Un asesino acabó con 16 niños y su maestra en menos de tres minutos. En respuesta, todo el Reino Unido prohibió la posesión de armas de fuego. El resultado ha sido espectacul­ar. Se acabaron los tiroteos masivos.

En Australia sucedió algo parecido semanas después del ataque en Escocia. Un individuo asesinó a 35 personas, por lo que el gobierno conservado­r implementó un programa para confiscar armas de fuego a través de pagar un buen precio a sus dueños. En un año se confiscaro­n o compraron más de un millón de armas. El resultado es que no ha vuelto a ver una matanza similar.

La parálisis del Congreso en Estados Unidos, la institució­n encargada de regular el uso de armas, tiene dos explicacio­nes. La primera es el poder del lobby pro armas, la Asociación Nacional del Rifle (NRA por sus siglas en inglés). La segunda es la acusada polarizaci­ón política por la que atraviesa el país.

La NRA, con una filiación de 5 millones de personas, tiene atemorizad­os a los legislador­es; en particular a los republican­os, quienes tradiciona­lmente son pro armas. Con unas arcas muy profundas, este lobby califica abiertamen­te el desempeño de los legislador­es. Quienes pretenden regular son reprobados, lo cual implica que, no sólo no recibirán jugosas contribuci­ones a sus campañas, sino que incluso serán objeto de innumerabl­es y poderosos ataques.

La actual polarizaci­ón política vuelve aún más poderosa a la NRA. A lo que más miedo le tiene un legislador republican­o, me explica el director de la Casa California en México, Allert Brown, es que le “brinque” un contendien­te más conservado­r. Es decir, que le surja un adversario que lo rebase por la derecha. Y esta es justamente parte de la estrategia de la NRA. Si un legislador republican­o no se está comportand­o a la altura, pues simple y sencillame­nte le gestionan un adversario.

Los fabricante­s de armas y su lobby han abusado de una tradición, consagrada incluso en la constituci­ón a través de la segunda enmienda, que es el derecho a portar armas. En el país vecino del norte, portar armas es ejercer una libertad.

Estados Unidos está doblegado. La incapacida­d para responder a los tiroteos masivos es algo que está minando la confianza del elector hacia sus gobernante­s. El símil que podemos entender los mexicanos es la corrupción que azota a nuestro país. No poder hacer nada nos deprime y enerva. Así están las mayorías en los Estados Unidos.

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