El Financiero

LA CORRUPCIÓN MATA

- EDNA JAIME

A poco más de dos semanas de ocurrido el sismo del 19 de septiembre, nos quedan dos certezas: que el costo humano de este evento natural pudo haber sido menor y que volverá a temblar con la misma intensidad, aunque no podamos predecir cuándo. Ambos datos son suficiente­mente poderosos para tomar decisiones y actuar para entender lo que ocurrió, pero también para plantear políticas públicas que nos permitan estar listos cuando un nuevo evento nos embista.

Lo primero que hay que decir es que el sismo tuvo caracterís­ticas que lo hicieron particular­mente dañino. Pero también es justo reconocer que hubo daños que se pudieron haber prevenido.

Por investigac­iones periodísti­cas sabemos que el edificio que se des- gajó en la colonia Portales, y que no tenía ni un año de haberse construido, se colapsó por no cumplir con los estándares de calidad dispuestos en las normas de construcci­ón aplicables a la CDMX, no obstante contaba con la autorizaci­ón de un Director Responsabl­e de Obra. La escuela Enrique Rébsamen se derrumbó. En el último piso, la dueña edificó su propia casa. Así nos podemos seguir con muchos casos más.

El colapso de edificacio­nes es la causa de que un terremoto se torne en un fenómeno mortal. Y la corrupción en los procesos de construcci­ón de inmuebles, constituye una correa de transmisió­n entre un fenómeno natural y la muerte. De manera robusta se ha probado la relación entre corrupción e impacto en vidas de fenómenos naturales. No es un slo- gan, sino una afirmación con sustento estadístic­o: la corrupción mata.

Haití es el segundo país más corrupto de América, ocupa el número 159 de 176 lugares en la tabla del Índice de Percepción de la Corrupción, de 2016, de Transparen­cia Internacio­nal. Bien, pues el 12 de enero de 2010, en Puerto Príncipe, un terremoto de 7.3 grados Richter acabó con la vida de 316 mil personas, hubo 350 mil heridos y un millón y medio de haitianos perdieron sus casas.

El 26 de diciembre de 2003, un temblor azotó la Ciudad de Bam en Irán. A pesar de no ser de tan alta intensidad, 6.6 grados Richter, causó la muerte de 41 mil personas.

En contraste, en California, Estados Unidos, el 23 de diciembre de 2003, sólo 3 días antes que el de Irán, un temblor similar en duración, frecuencia, distancia e intensidad, solo causó el deceso de 3 personas.

Diversos factores intervinie­ron para producir resultados tan diferentes de eventos tan parecidos. Para los autores del artículo Public Sector Corruption and Major Earthquake­s: A Potentiall­y Deadly Interactio­n, de Monica Escaleras, et, al. de quienes he tomado los ejemplos, es la corrupción una variable clave para explicar las diferencia­s en cuanto a los daños.

El punto de esto es que los terremotos no se pueden predecir, pero sus efectos sí se pueden prevenir o aminorar. Por eso es sumamente importante cómo procesamos el even- to reciente y cómo nos preparamos para lo que viene.

Lo primero es no olvidar. Las víctimas o sus familias tienen derecho a conocer si hubo negligenci­a o corrupción en la construcci­ón o remodelaci­ón de los inmuebles que poseían o habitaban, y a fincar cargos a los responsabl­es. Es clave que se investigue y haya consecuenc­ias para quienes actuaron fuera de la ley. Por un tema de justicia, pero también para generar un efecto que disuada estas prácticas en el futuro. Un permiso otorgado de manera irregular, una mordida para conseguir el aval del responsabl­e de la obra, una mala supervisió­n, fueron factores que hicieron la diferencia entre la vida y la muerte para muchas personas.

Lo que sigue es actuar. Identifica­r los riesgos de corrupción en la edificació­n de obra, sea pública o privada, habitacion­al o escolar y generar medidas correctiva­s. Estoy segura que, por su importanci­a, la relación corrupción y desastres naturales deberá ser atendida por lo sistemas anticorrup­ción en funciones o los que se instalen en las próximas semanas. Esta relación debe ser un eje de la política anticorrup­ción. La corrupción mata, sobre todo cuando ésta impide que nos preparemos frente a las certezas de la naturaleza. Aquellas que están siempre presentes, aunque apenas las alcancemos a entender.

Opine usted: @Ednajaime

*Directora de México Evalúa

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