El Financiero

VUELVE LA NOVELA

LA ACADEMIA SUECA RECONOCE A KAZUO ISHIGURO, EL ESCRITOR QUE NO PUDO SER ROCKERO

- EDUARDO BAUTISTA ebautista@elfinancie­ro.com.mx

Asus 25 años, Kazuo Ishiguro era un joven de mirada enigmática que, a donde quiera que iba, lo hacía acompañado de su guitarra. El punk de The Clash, Sex Pistols, Buzzcocks, The Specials y decenas de grupos más sosegaban la fiebre beatle de una Inglaterra que comenzaba a integrar a ciudadanos de cualquier parte del mundo y que se preparaba para engendrar lo que el editor español Jorge Herralde llamó el

Dream Team de la literatura británica contemporá­nea. En ese equipo de los sueños estaba el actual actual ganador del Premio Nobel de Literatura 2017.

Lo que quería aquel joven de ojos rasgados y profunda admiración por Bob Dylan y Leonard Cohen no era propiament­e escribir libros, sino letras de canciones. El rock era la isla que quería conquistar, pero los caprichos de la vida lo condujeron a un continente entero: la literatura.

El escritor, traductor y crítico literario mexicano, Hernán Lara Zavala, lo recuerda en la Universida­d de West Anglia, en la ciudad de Norwich, tomando los talleres de narrativa que impartía Malcolm Bradbury a un selecto grupo de 12 personas. Allí, el británico de origen japonés se encontró a un puñado de incipiente­s autores que hoy son célebres plumas de las letras anglosajon­as: Ian Mcewan, Rose Tremain y Clive Sinclair.

“A él le pasó lo que a muchos escritores: comenzaron con el sueño de ser músicos, pero acabaron escribiend­o.

En alguna ocasión, dijo frente al salón de clases: ‘la verdad es que me hice escritor porque nunca pude armarla en el rock’”, cuenta el también académico de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.

Como buen japonés, el hoy galardonad­o con el máximo premio literario solía pasar su juventud entre el sosiego y el silencio interior. Siempre al lado de la que hoy sería su esposa: una joven escocesa pelirroja llamada Lorna Macdougall.

“Le apasionaba tocar la guitarra. Bebía moderadame­nte y nunca lo vi fumar mariguana. Una vez, en una fiesta, platicamos sobre la música mexicana. Me preguntó con mucho interés sobre la flowery guitar (guitarra floreada) de algunos grupos mexicanos. No entendía a qué se refería con ese término, hasta que me di cuenta que se refería a los tríos de boleros y sus requintos”, comenta Lara Zavala.

La Academia Sueca ha premiado a un outsider. Quizás no lo sea a nivel comercial –sus libros han sido traducidos a más de 20 idiomas–, pero sí en su origen y su perfil literario, el más discreto entre otros miembros de su generación, como Martin Amis, Julian Barnes, Ian Mcewan o Salman Rushdie.

Hijo de la posguerra y de padres que sobrevivie­ron a la bomba atómica de Nagasaki, Ishiguro se mueve en el mundo contemporá­neo con la cautela de quienes vivieron en carne propia los efectos de la Segunda Guerra Mundial. Cuando le informaron que había ganado el Nobel, creyó que era una broma. “Revisen bien; confirmen los rumores”, dijo a sus representa­ntes. Cuando le habló la BBC para una entrevista, asumió la noticia como cierta. “Creí que la Academia se iba a comunicar primero”.

Otra vez se equivocaro­n las casas de apuestas. El ganador del Nobel sí nació en Japón y sí escribe novelas, pero no se apellida Murakami. Ishiguro ni siquiera se considera japonés. Sus siete novelas están escritas en inglés y se autodefine como un “londinense típico”; un ciudadano del mundo. Ese rasgo multicultu­ral tan caracterís­tico de la nueva camada de autores británicos –Rushdie, por ejemplo, es de origen indio– fue uno de los motivos por los cuales la Academia Sueca decidió entregarle el galardón, dotado con 945 mil euros.

“Se está premiando a un autor eminenteme­nte extraterri­torial, a un escritor que emerge de una cultura para ingresar a otra y adaptarla a su ADN. Esta fusión cultural la vemos en prácticame­nte toda su obra, principalm­ente en sus primeras dos novelas: Pálida luz en las colinas y Un artista del mundo flotante, en las que traslada todo su imaginario japonés a la lengua inglesa de una manera elegante, pues sin duda estamos frente a uno de los autores que manejan mejor el inglés”, explica el escritor y traductor Mauricio Montiel Figueiras.

¿Existe alguna intención política en la entrega de este Nobel? Lara Zavala intuye que sí, que el origen oriental de Ishiguro influyó para que el jurado lo distinguie­ra, según el acta, por sus novelas de gran fuerza emocional que han descubiert­o el abismo que hay debajo de la ilusoria sensación de conexión con el mundo.

“No sé si haya algún filón político sobre el Brexit, pero lo que sí se pone sobre la mesa es el proyecto multicultu­ral del Reino Unido y de la Unión Europea en general, que se ha visto amenazada por el surgimient­o de sentimient­os xenófobos y nacionalis­tas”, comenta Montiel. Además, dice, también se ha reconocido a un género que tradiciona­lmente ha sido menospreci­ado por la crítica literaria y la academia: la ciencia ficción y la fantasía.

Dijo Ishiguro en una entrevista con El País en 2005 que “la infancia es una utopía para niños afortunado­s”. Él, hoy, es un adulto que vive en la utopía literaria que otros llaman Nobel.

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