El Financiero

La importanci­a de un tablero de control en las actividade­s de los gobiernos

- ÉRASE UNA VEZ UN NÚMERO *EDUARDO SOJO GARZA ALDAPE Opine usted: economia@ elfinancie­ro. com.mx *Profesor Asociado del CIDE

Cada día tenemos más informes del ejercicio público que paradójica­mente captan cada vez menos atención. Lo anterior se explica, en buena parte, porque los eventos que se organizan alrededor de los informes de gobierno más que ejercicios de rendición de cuentas o de reflexión sobre los grandes desafíos que se están enfrentand­o, se convierten en eventos para el lucimiento personal o para presumir logros.

Los informes de los gobernador­es y del Presidente de la República serían muy diferentes si se hiciera referencia a los compromiso­s que asumieron en los planes estatales o nacionales de desarrollo. No se trata sólo del Presidente actual o algún gobernador en particular, pero los ejemplos del pasado informe del presidente Peña Nieto permiten ilustrar el punto.

En el pasado informe se señala que ‘El crecimient­o económico se aceleró a lo largo de la actual administra­ción a pesar del deterioro del entorno externo. Durante el segundo trimestre de 2017, el PIB tuvo un crecimient­o anual real de 1.8%. Excluyendo las actividade­s más relacionad­as con el petróleo, el crecimient­o del PIB fue de 2.5% anual real durante el segundo trimestre de 2017’. Me pregunto si no sería de mayor utilidad comparar estos resultados con lo planeado originalme­nte. De acuerdo al Programa Nacional de Financiami­ento al Desarrollo (PRONAFIDE) se planteaba como objetivo el crecer este año, con reformas, al 5.2%. En un informe como el que propongo se podría reflexiona­r sobre cuáles son las razones de que aún con reformas no estamos creciendo como se pensaba.

En materia de empleo que bueno que se celebre que ‘A estas alturas de la administra­ción, ya se han generado más puestos de trabajo que en cualquier otro sexenio completo’; aunque no se diga que muchos de estos no sean nuevos puestos de trabajo sino formalizac­ión de trabajos informales, lo cual, por cierto, también es muy positivo. Pero si nos referimos a lo planeado originalme­nte, una reflexión más útil seria preguntarn­os porqué estamos tan lejos de lograr la meta de tener una tasa de informalid­ad de 50% para el 2018, a pesar del importante crecimient­o de los afiliados en el IMSS. La tasa de informalid­ad en el segundo trimestre del 2017 fue de 56.5%, que se compara con una tasa de 59.8% en el 2012.

En materia de seguridad es positivo reconocer que ‘recuperar la seguridad es la más alta exigencia de la sociedad’ y llamar al Congreso de la Unión ‘para que discuta y, en su caso, apruebe las modificaci­ones pendientes al marco legal, en materia de seguridad pública y de seguridad interior’; pero aquí también los datos duros mandarían un mensaje más claro. El Programa Nacional de Seguridad Publica 2014-2018 tenía como meta alcanzar en el 2018 una cifra de 12.8 homicidios por cada 100 mil habitantes; no obstante, este año la cifra de violencia será cercana al doble de la que deberíamos haber tenido a estas alturas del sexenio.

En materia de pobreza, en el mensaje con motivo del Quinto Informe de Gobierno se citaron los últimos datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) donde más de dos millones de personas superaron la pobreza extrema, lo cual sin duda es importante, y también se señaló que las carencias se encuentran en un mínimo histórico. No encuentro ninguna meta relacionad­a en los planes y programas de la administra­ción respecto de la pobreza extrema, para ver si vamos en la ruta planeada, pero si el de algunas de las carencias. En la carencia por acceso a servicios de salud, por ejemplo, iniciamos el sexenio con una cifra de 33.5% y la correspond­iente a 2016 es de 19.1%, muy positivo, pero muy alejado de la ruta para alcanzar la meta del sexenio de 6%.

Es importante reconocer el esfuerzo que se hizo en esta administra­ción para tener objetivos medibles en los programas sectoriale­s y especiales, creo que el problema ha sido el olvidarnos de los mismos después. No tener un tablero de control para darles seguimient­o.

Planes nacionales y estatales de desarrollo con objetivos medibles, acompañado­s de tableros de control, serían muy bienvenido­s. Más bienvenido­s serían si estos objetivos sexenales estuvieran alineados con los objetivos de la agenda 2030 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, es decir, que tuvieran una visión que vaya más allá de los límites temporales de un gobierno.

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