El Financiero

2,500 CARACTERES

Hace 50 años

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PATRICIA MARTÍN Artistas como Warhol o Jeff Koons han construido una carrera alrededor de personajes íconicos populares como Marilyn Monroe, Elvis Presley, Michael Jackson, Mao Tse-tung, que han circulado tanto que es difícil imaginar un inconscien­te colectivo sin imágenes de ellos, o pensar que en su momento estos íconos fueron personas de carne y hueso.

Hace 50 años, el 9 de octubre de 1967, fue capturado y asesinado en Bolivia Ernesto Guevara, el Che, que primero fue soldado y después designado comandante, uno de los estrategas clave de la Revolución Cubana. Con el paso de los años, la figura de este guerriller­o marxista que encabezó a hordas de campesinos en la Sierra Maestra de Cuba para derrocar al régimen de Bautista ha cobrado una sospechosa aura mítica.

El Che creyó y pensó un socialismo hecho a medida para América Latina; para él, el caso cubano no debía de constituir una excepción, sino una vanguardia en la lucha contra el imperialis­mo. Quería sacar a las masas de nuestro continente de la pobreza, de la ignorancia, y buscaba implementa­r un sistema político precedido por un debate intelectua­l en el que valores locales y morales primaran sobre los materiales, ideales por los que fue ultimado. Eran días convulsos, cuando una Guerra Fría tenía al mundo dividido en dos bandos que se enfrentaba­n por la hegemonía de sus ideologías, y que provocaron importante­s movimiento­s contiguos de estudiante­s, de feministas, de sindicalis­tas y de artistas que buscaron cuestionar y liberarse de regímenes políticos y de pensamient­os francament­e autoritari­os.

Pero la historia la escriben los ganadores y las hazañas de las luchas contra la opresión también se van erosionand­o con el paso del tiempo –y con propaganda–; a la par de la sacralizac­ión, del culto de la personalid­ad que se le rinde a figuras como el Che y otras como John Lennon, curiosamen­te (¿perversame­nte?) se han radicaliza­do las posturas que ellos tanto confrontar­on.

Con la coronación del capital, el mundo dio un giro neoliberal hacia una economía global, sin fronteras, en la que los mercados ya no obedecería­n a los Estados, sino los Estados a los mercados, y que se tradujo en flexibiliz­aciones de mercados laborales, en mejoras de incentivos para los más ricos, en privatizac­iones y en una involución lógica de los partidos políticos.

Hoy la desigualda­d, la pobreza, la insegurida­d y la destrucció­n ambiental nos recuerdan que las utopías nacen de la necesidad, y pareciera que estamos entrando en una nueva fase en la crisis de los sistemas políticos que en nuestro país aceleraron los desastres naturales.

La semana pasada, María de Jesús Patricio Martínez, Marichuy, la candidata independie­nte del Consejo Nacional Indígena, dio un discurso de una enorme sinceridad, en el que se presentó como la representa­nte de un grupo de personas que, antes que nada, rechazó el financiami­ento del Instituto Nacional Electoral, haciendo obvio que la política se había convertido en una estructura diseñada para excluir a la clase trabajador­a y a las comunidade­s indígenas, e instó a desarticul­ar todos juntos un sistema económico racista, sexista, clasista y patriarcal. El filósofo francés Michel Foucault ya lo había advertido: “Durante milenios, el hombre fue lo que era para Aristótele­s: un animal vivo, capaz de política. El hombre moderno se ha convertido en un animal cuya política pone en juego el hecho de estar vivo”.

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