El Financiero

EXCESIVA DEUDA DE LOS HOGARES DEBILITA LA ECONOMÍA

- MARTIN SANDBU

Demasiada financiaci­ón es algo muy peligroso. La crisis financiera mundial se lo demostró a cualquiera que tenga ojos. Pero la investigac­ión económica ha estado poniéndose al día y ha comenzado a demostrar de formas matizadas cómo el crecimient­o financiero puede dañar la economía de un país.

En su nuevo informe sobre la estabilida­d financiera mundial, el Fondo Monetario Internacio­nal añade más combustibl­e a la hoguera fúnebre que es la reputación de la industria financiera por hacer “la obra de Dios”, como proclamó el jefe de Goldman Sachs, Lloyd Blankfein, en 2009, un año después de que las finanzas mundiales estuvieron a punto del colapso.

En una sección enfocada en la deuda de los hogares, el FMI establece estadístic­amente lo que podríamos haber imaginado: un aumento de la deuda de los hogares puede impulsar el crecimient­o económico a corto plazo, pero, de tres a cinco años después, disminuye el crecimient­o más que lo que habría disminuido si no hubiera ocurrido un aumento de esta deuda. Además, aumenta considerab­lemente el riesgo de una crisis bancaria.

Surgen dos preguntas: ¿Es creíble esta conclusión? Y ¿cómo se explica esto?

La respuesta a la primera pregunta es que sí es creíble, porque corrobora una serie de estudios recientes sobre los peligros del crecimient­o financiero. El propio FMI ha establecid­o previament­e que el desarrollo financiero puede mejorar la prosperida­d de un país en la etapa inicial — una economía moderna necesita servicios financiero­s — pero cuando alcanza cierto tamaño, cualquier desarrollo posterior, en promedio, destruye la riqueza.

Pero es importante reconocer que no todos los tipos de financiaci­ón son iguales. También la OCDE ha mostrado la conclusión general de que más allá de cierto punto, más financiaci­ón es económicam­ente perjudicia­l. Pero cuando los investigad­ores separaron distintas formas de financiaci­ón, descubrier­on algo importante y fascinante: los peores efectos provienen de las finanzas bancarias y del crédito que se extiende a los hogares. Eso corrobora los nuevos resultados del FMI. (La OCDE encontró que también el crédito empresaria­l puede reducir el crecimient­o, pero no tanto como los préstamos a los hogares). Los efectos son grandes: el costo de un exceso de financiaci­ón sobre la prosperida­d y la subsistenc­ia es significat­ivo. ¿Cómo puede suceder esto, especialme­nte cuando la propia industria insiste en que contribuye al crecimient­o de la economía mediante el aumento del acceso al crédito?

La respuesta podría ser que así es precisamen­te como perjudica a la economía más amplia. Los estudios del Banco de Pagos Internacio­nales señalan que el crecimient­o financiero envía recursos hacia actividade­s que producen bienes que pueden fácilmente compromete­rse a cambio de créditos. Dichas actividade­s, como la construcci­ón de casas, suelen tener un menor crecimient­o de la productivi­dad. También la asignación de mano de obra puede estar distorsion­ada, en parte porque la gente talentosa se va al sector de las finanzas y se aleja de otros sectores. Por último, los mayores balances pueden crear más inestabili­dad al amplificar las fluctuacio­nes en el valor real en que se basan las reclamacio­nes financiera­s.

¿Qué significa todo esto para la política?

En primer lugar, significa que administra­r la financiaci­ón es sumamente problemáti­co, en parte porque es difícil que los políticos se opongan al crédito fácil a los hogares. Peor que eso, los sistemas políticos democrátic­os con frecuencia recurren a la expansión del crédito como un sustituto para la creación de prosperida­d real. Sin un continuo crecimient­o del endeudamie­nto de los hogares, la modesta recuperaci­ón ocurrida desde la crisis podría haber sido aún más decepciona­nte. FOTO ARTE: ISMAEL ANGELES En segundo lugar, como mínimo, las autoridade­s deben definir activament­e la forma en la que se ofrece la financiaci­ón: mucha mayor financiaci­ón al mercado bursátil y de valores, y muchos menos préstamos bancarios, sería un buen paso.

Y, en tercer lugar, no hay excusa para no tomar medidas para que el sistema financiero sea más seguro. Las pruebas demuestran claramente que se necesita responsabi­lizar a los inversioni­stas de las pérdidas, a través de mayores requisitos de capital, regulacion­es de recapitali­zación, o “bail-in”, aplicadas de forma consistent­e y una mayor tolerancia de las reestructu­raciones. Si eso lleva a menos economías intensivas en créditos, como amenazan a menudo los financiero­s, entonces que así sea. Incluso puede ser una ventaja.

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