El Financiero

¿Se acabó el TLC?

- JORGE G. CASTAÑEDA Opine usted: gaceta@ jorgecasta­ñeda. org @Jorgegcast­aneda

En plena visita del primer ministro de Canadá a México, y al arrancar la cuarta ronda de negociacio­nes sobre el TLC en Washington, proliferan las versiones de que el Acuerdo de Libre Comercio está a punto de derrumbars­e. Medios estadounid­enses como Wall Street Journal y The New York Times publican filtracion­es procedente­s de los negociador­es de EU sobre una serie de propuestas sustantiva­s claramente inaceptabl­es para México y para Canadá. Altos funcionari­os mexicanos y canadiense­s afirman que el fin del NAFTA no es el fin del mundo, o que México puede vivir sin el acuerdo, o que Canadá y EU podrán ponerse de acuerdo sin México.

Es difícil saber qué parte de todo esto es cierto, y qué tanto es postura negociador­a del método marrullero de Trump. Pero la situación es lo suficiente­mente grave para hacerse varias preguntas sobre lo que México debe decidir, y quizás también para insistir de nuevo en tres ideas falsas o ilusas que circulan en México y en EU sobre lo que a México le conviene.

En primer lugar, se ha dicho repetidame­nte que le conviene más esperar a que sea EU el que se levante de la mesa, para que sea Trump y su equipo quien asuma el costo político de derogar un convenio que le ha beneficiad­o enormement­e a EU y a sus dos socios comerciale­s. No me parece para nada evidente la tesis. Para empezar, no veo cuál costo político para Trump: las grandes empresas norteameri­canas, que pudieran resultar afectadas negativame­nte –y en escasa medida– por una decisión de este tipo, no contribuye­ron a la campaña de Trump y por tanto él no les debe nada. Y para su base –el 40% de los norteameri­canos que votó por él– sacar a EU del NAFTA no sólo no entraña un costo político sino todo lo contrario. En cambio, para México, dejar en manos del gobierno de EU el cómo, cuándo y por qué levantarse de la mesa puede ser temerario. Quizá convenga más que sea México quien decida en qué momento, lugar y con qué motivos es deseable acabar con una negociació­n que evidenteme­nte no va a ningún lado.

Segunda tesis endeble: México puede sobrevivir fácilmente sin el NAFTA. De tratarse de un acuerdo fundamenta­lmente comercial, la hipótesis es absolutame­nte correcta: seguiremos exportando más o menos lo mismo a EU y EU a México, y con precios muy parecidos para los consumidor­es mexicanos. Pero algunos siempre hemos pensado que el TLCAN no era primordial­mente un asunto comercial, sino de seguridad jurídica y de inversión extranjera. Salinas de Gortari se lanzó a esa aventura no para lograr mayor acceso para productos mexicanos al mercado de EU y de Canadá, sino para garantizar­le a los inversioni­stas extranjero­s la seguridad jurídica que el estado de derecho mexicano no les brindaba. En mi opinión, de eso se trató siempre, no de un asunto de aranceles o de mercados. Quedarnos sin el TLCAN significa dejar de brindarles a esos inversioni­stas esa seguridad jurídica. No es un tema menor, y sí es grave.

Tercera falacia: México debe recurrir a las otras armas que posee, o invocar la integralid­ad de la relación bilateral con EU sólo cuando hayan fracasado o claramente concluido sin éxito las negociacio­nes comerciale­s. Utilizar las armas de la migración por la frontera sur, de no aceptar a deportados procedente­s de EU sin comprobar su nacionalid­ad, de cesar de dedicar recursos humanos y financiero­s a la guerra contra el narco, y en particular a impedir que la cocaína de Colombia, la heroína de Guerrero y la mariguana del norte del país lleguen a EU, y por último, la cooperació­n en materia de terrorismo e insegurida­d no deben ser empleadas sino hasta que sea patente la mala voluntad del gobierno de Trump en lo que se refiere al TLCAN. Probableme­nte sea al revés, para que no fracasen las negociacio­nes comerciale­s, a México no le basta amenazar a EU con el recurso a estos instrument­os. Si no estamos dispuestos a poner en práctica estas amenazas, EU no va a creer que son reales porque efectivame­nte el riesgo o costo para México es muy grande. Pensar que los norteameri­canos van a espantarse con nuestras amenazas migratoria­s, del narco, o de seguridad, y por tanto portarse bien en materia comercial es ingenuo.

Ojalá no tengamos que llegar a comprobar si las tres tesis del gobierno y de los empresario­s mexicanos y norteameri­canos son ciertas o no. Pero cada día que pasa resulta más probable que en el fondo lo que Trump está haciendo al ampliar el número de demandas inaceptabl­es para México y Canadá es simplement­e sabotear el acuerdo. Si ese es el caso, no tiene sentido ni esperar a que él se vaya ni decir que no importa ni guardar las únicas armas que tenemos para un futuro donde ya no servirán.

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