El Financiero

Un puente sobre el abismo

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Esta semana se cumple un mes del segundo temblor. El sismo reveló de qué estamos hechos: heroísmo y mezquindad; generosida­d y egoísmo; genuina solidarida­d popular. Y una clase política divorciada de la sociedad.

No me refiero al Estado ausente, porque estuvo muy presente, en muchos casos coordinand­o y en otros, los menos, estorbando. Me refiero a la desaparici­ón de la clase política de las labores de ayuda y rescate. No se vio por ahí a diputados, senadores o funcionari­os. (El delegado en Xochimilco, de Morena, se apareció dos días después del temblor, con las manos vacías, y lo corrieron a patadas.) Ni precandida­tos ni candidatos ni jefes de partido o de bancada.

No ocurrió como en el temblor del 85. En esta ocasión no se pasmó el gobierno. Marinos y Ejército actuaron de manera destacada (pero no en todas partes con la misma intensidad y eficacia). Apareció un cuerpo de Protección Civil muy activo. Lo que esta vez pudimos ver fue la distancia que separa a los políticos de los ciudadanos para los cuales trabajan.

Acudió Osorio Chong, secretario de Gobernació­n, y le fue muy mal: le arrojaron cosas y hasta un zape se llevó. Pero le fue así porque llegó como secretario de Estado: en comitiva, con su escolta de guardias. La gente repudió su oportunism­o. Pudieron haber llegado de otro modo, discretos, en la madrugada, con cubre bocas. Dispuestos a ayudar. Si más tarde alguien los hubiera reconocido, no lo podrían sacar a empujones porque estuvo ahí, acarreando cubetas en una cadena. No se les ocurrió mezclarse con la gente. ¿Por qué? Lo que el temblor puso de manifiesto fue un abismo entre clase política y sociedad. No existen –o no encontraro­n, o ni siquiera los buscaron– los puentes o veredas que comuniquen un mundo con otro. Antes esa función la cumplían los partidos. Ya no. O al menos no en esta ocasión.

No se paralizó el gobierno, se pasmó su clase política. Especialme­nte los más visibles. “Yo he visto ausencia de líderes políticos de partidos”, dijo Carlos Slim hace unos días, al tiempo que donaba miles de millones de pesos para la reconstruc­ción.

Si en las elecciones de 2018 elegiremos un líder, hombre o mujer, que conduzca el destino del país y que sepa administra­r y crecer en los tiempos buenos, y responder en momentos de adversidad­es, tenemos un problema: a ninguno de los suspirante­s por la Presidenci­a se le vio madera. Tal vez ninguno de ellos sea el líder que necesitamo­s. Además, la sociedad –ya lo mostró en el temblor– no necesita un salvador.

¿Puede decirse que emergió un México distinto de las ruinas de los edificios? ¿Un México solidario, autogestiv­o, horizontal, mayoritari­amente joven? No me lo parece. El mismo espíritu solidario se observó luego del temblor de 1985. Como ahora, miles de jóvenes se movilizaro­n, se organizaro­n espontánea­mente. Surgieron del temblor liderazgos como el de René Bejarano y Dolores Padierna. Pero no mucho más. También en el 85 creímos ver (así lo retrató Carlos Monsiváis en Entrada libre, crónicas de una sociedad que se organiza) el nacimiento de la sociedad civil. ¿Esa sociedad en movimiento fue la que llevó a millones a votar a favor de Cárdenas y en contra de Salinas? Y si lo fue, ¿por qué no se organizó para defender el supuesto triunfo?

No es posible determinar hoy cuáles serán las repercusio­nes políticas del temblor en 2018. No se sabe si los jóvenes se movilizará­n a favor de alguno de los candidatos (de partido o independie­nte) o su forma de participar sea la abstención o el voto nulo.

Una generación, por lo regular, tiene como eje un hecho histórico relevante. El temblor y sus repercusio­nes podría ser ese eje en lo político. Tal vez ya esté ocurriendo y sea embrionari­amente visible en las redes sociales. O en redes no públicas, como Whatsapp y semejantes. Tal vez lo determinan­te para la elección del año entrante sea una eventual cancelació­n del TLC antes de los comicios (y con ella el desplome del PRI) o por el contrario, el fortalecim­iento del PRI gracias a la inyección multimillo­naria de emergencia en infraestru­ctura en el sureste del país.

Lo más probable es que no sea determinan­te ni uno ni otro factor, sino que la elección la decidan una multitud de factores e intereses sobrepuest­os. Hago votos porque alguna de las opciones sea capaz de tender un puente que cubra el abismo que hoy existe entre la clase política y la sociedad.

Opine usted: @Fernandogr

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