PRI, en todos lados
Hace algunos años cuando el PRI detectó que su escuela estaba dando frutos en los partidos adversarios, recurrió a la estrategia de acusarlos de ser lo mismo. En efecto, como el PRI tiene negativos muy altos y es un partido identificado con la corrupción, su labor de limpieza de imagen es casi imposible, entonces lo que le queda hacer, y lo ha hecho acertadamente, es ensuciar a los demás, igualarlos, meterlos al lodazal y conseguir la famosa sentencia: “todos son iguales”. Por supuesto ha contado con la entusiasta participación de los partidos que se le oponen.
Todos los partidos están llenos de expriistas. Las prácticas de los partidos son absolutamente priistas. El panismo en lugar de conservar las normas que le permitieron resistir 60 años, comenzó a adoptar todo tipo de mañas y maniobras. El poder, como a cualquier partido, lo trastocó, no supo adaptarse ni controlar sus formas. Empezó a copiar modos y dichos. Con el crecimiento llegó la mediocridad. Uno veía panistas que admiraban fervorosamente a Manlio y a Gamboa. Su comportamiento con los medios de comunicación no se distinguió en nada. En los lugares que gobernaba el panismo el desencanto llegó a pesar de que los ciudadanos les dieron dos y tres oportunidades. Lo que indigna a los ciudadanos es la corrupción y en el PAN, muchos terminaron, efectivamente, “siendo iguales”. Cuando venía el regreso del PRI en varios estados, Germán Martínez, que era presidente del PAN, ubicaba el problema de la siguiente manera: “si la gente va a a votar por un corrupto, pues prefiere votar por el original”.
El PAN con sus triunfos entró en una dinámica de ganar por ganar. Y entonces llegaron los priistas. Si se peleaban en su partido o no les daban la candidatura,
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