PARTEAGUAS
Los salarios en México son muy bajos comparados con los de Estados Unidos y Canadá. Vino a reiterarlo la semana pasada
Justin Trudeau, primer ministro canadiense y lo destaca cuando puede Andrés Manuel López Obrador.
Uno manda un mensaje a los sindicatos de una nación desarrollada que asumen mal balanceado el terreno de juego regional. Otro persigue los votos que le acerquen la Presidencia de México, aludiendo una crisis económica de México en el programa de su partido político.
¿Crisis económica? En los últimos tres años, el país creció más que Brasil, Argentina y Chile, las economías más comparables del vecindario.
Veamos el tamaño del tren que empujamos: la economía de México es más grande que la de Suiza u Holanda. El PIB per cápita nacional es comparable con el de los rusos.
Su gran dimensión actual esconde un fuerte problema. Sí hay una crisis económica y salarial en el sur del país, focalizada en donde cobra arraigo el discurso de AMLO.
Si Donald Trump ganó con votos de los estados del centro de Estados Unidos alejados de la bonanza de Silicon Valley y de Wall Street, el tabasqueño puede vencer por lo que pasa en su estado y en todas las entidades del sur que no están cerca de Nuevo León o Querétaro.
Esa diferencia la muestra el promedio de los salarios diarios que las empresas registran al IMSS para sus empleados.
En 2015, el salario promedio en esa economía formal fue de 357 y 301 pesos en el centro y norte del país. En el sur, de 289 pesos por día.
En dos años, el salario de las dos primeras regiones creció 7 y 11 por ciento, respectivamente. El de la gente del sur, menos del 5 por ciento. Lejos de cerrarse, la brecha con el sur se abre. Datos del INEGI muestran cómo cae la economía de Veracruz, Tabasco, Campeche y Chiapas.
En el país en conjunto, el salario promedio fue de 336 pesos por un día de trabajo en el sector formal, de acuerdo con datos del INEGI.
Esos son unos 18 dólares. Hora y media de salario mínimo en Calgary o Edmonton, Alberta. Esa diferencia es la que destacan líderes sindicales de Canadá y su primer ministro.
No tiene solución de corto plazo. Ayudarán las denostadas reformas estructurales y lo harán también las Zonas Económicas Especiales como la dictaminada para Progreso en Yucatán, a donde Juan Manuel Ponce Díaz, de la Canacintra local, prevé que lleguen tecnologías de alimentos y fabricantes de instrumentos de medición, del internet de las cosas.
Pero el problema creció mucho. AMLO, quien se puso al centro de la lucha contra la corrupción, tiene una oportunidad real de ganar al recoger el enojo de los sureños y sumarlo a su popularidad en la Ciudad de México.
Desafortunadamente, su hipotética victoria no implica una solución de facto.
Asume que loables ahorros gubernamentales ayudarán al crecimiento, lo que parece insuficiente aun cuando los consiga y sembró incertidumbre en el futuro de las reformas estructurales, inhibiendo la inversión.
Defiende como propuesta que el gobierno produzca nuevamente hidrocarburos y energía.
Hacerlo alejaría más a México de las prácticas de los países desarrollados y muy probablemente, del nivel de sus salarios. Si la fortaleza política de AMLO crece, bien valdría la pena que analice cómo Canadá aumentó salarios. Educación e inversión privada están dentro de la fórmula.