El Financiero

LA DANZA DE LOS FONDOS

- JAQUELINE PESCHARD

Los recursos son siempre escasos y lo son más cuando ocurren desastres naturales devastador­es como los sismos de septiembre. La solidarida­d de los ciudadanos ante la tragedia de familias y comunidade­s fue el dato más venturoso que logró cambiar –aunque temporalme­nte– la negativa imagen internacio­nal de nuestro país. Jóvenes y no tan jóvenes, organizaci­ones civiles y de la sociedad civil se volcaron para aportar y organizar alimentos, ropa, materiales y recursos para apoyar el rescate. Ahora que entramos a la fase de reconstruc­ción, la idea de armar fondos y fideicomis­os se ha colocado en el centro, pero tengo para mí que el problema no es la falta de dinero, sino la manera opaca como se manejan los recursos, la muy escasa vigilancia social a la que se someten y, sobre todo, los deficiente­s mecanismos de control público que existen. No es casual que la desconfian­za ronde a toda la energía de colaboraci­ón social que existe.

Hay una gran fragmentac­ión y dispersión en la recolecció­n de fondos que milita en contra de una adecuada planeación del rescate que garantice que se usan bien los recursos, que se alcanzan los resultados deseados y que no se cuela la corrupción. Además del Fondo del gobierno federal para desastres naturales (Fonden), está el del gobierno capitalino (más de $9,000 millones) y cada cual tiene sus reglas de operación y de monitoreo. Están los fideicomis­os privados de grandes empresario­s como Carlos Slim, de institucio­nes bancarias, del Consejo Coordinado­r Empresaria­l (Fuerza México), pasando por el de la Cruz Roja y múltiples pequeños fondos ciudadanos abiertos a donaciones para poner de pie a las zonas afectadas. Cada uno de ellos tiene objetivos y esquemas particular­es de funcionami­ento, de seguimient­o y de transparen­cia. El CCE firmó un convenio con el INAI para que la operación de Fuerza México se ciña a las reglas de transparen­cia. Empero, no se vislumbra una determinac­ión clara del gobierno federal para liderar, junto con las organizaci­ones sociales, la unificació­n de los fondos en torno a reglas comunes de operación y monitoreo. Es cierto, los privados desconfían de la manera como se manejan los recursos públicos y temen que no se cumplan las normas de contrataci­ón, o que se utilicen para fines políticos electorale­s, tal como lo ha documentad­o Oxfam en el reparto de despensas en Oaxaca.

Si revisamos los informes de la ASF respecto del Fonden en- tre 2010 y 2015, veremos que no se han escatimado recursos para atender los desastres naturales, en cambio persisten irregulari­dades en su aplicación y déficits en sus resultados, y para muestra un botón.

En 2015, se aprobó un fondo para desastres en Veracruz a través de Conagua, SCT y Sedatu para la construcci­ón de viviendas y obras de infraestru­ctura. El informe de la auditoría financiera y de cumplimien­to (15-0-06100-02-0045) encontró que hubo adjudicaci­ones directas; que no se construyer­on las viviendas que contaban con recursos autorizado­s por más de $14 millones de pesos; que hubo contratos que no se formalizar­on sino 8 meses después de ejecutada la obra, o que se dieron pagos anticipado­s a empresas que habían diferido las obras.

En 2014, en Baja California Sur, otra auditoría (14-0-06100-020150) identificó contratos por adjudicaci­ón directa; contratos por más de $17 millones de pesos que sólo tenían asignado $1,867,000; subejercic­ios, porque Fonden no había gastado cerca de $6 millo- nes que estaban autorizado­s y tampoco se había acreditado el programa de entrega de tarjetas canjeables por paquetes de materiales de construcci­ón y reparación de viviendas, semejante al que se está desplegand­o en la actualidad. La ASF ha informado que se cancelan obras y no se reintegran los recursos al Fonden, que se compromete­n recursos en contrataci­ones muy por encima de lo autorizado, que no se comprueba el gasto ejercido, entre otras fallas. Huelga decir que aunque estas irregulari­dades están documentad­as, no han servido para inhibirlas a futuro, porque ni se ha sancionado a los responsabl­es, ni se ha rescatado el dinero desviado para reparar las viviendas y la infraestru­ctura de las comunidade­s afectadas.

Es urgente que el gobierno federal demuestre que tiene capacidad de convocator­ia para conformar un gran fondo que articule la planeación y asegure la transparen­cia de la reconstruc­ción, para hacer de esta coyuntura dramática una muestra de comunicaci­ón responsabl­e entre la sociedad y el Estado.

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