Viene turbulencia, ¿hay plan de emergencia?
El último año de la administración Peña será muy distinto al ideal. Se acumulan fuertes nubarrones y todo indica que habrá tormenta. Lo que se desconoce es su severidad, pero puede, debe, esperarse lo peor.
Las máscaras ya se cayeron con respecto al Tratado de Libre Comercio de América del Norte. La retórica sobre las negociaciones como una oportunidad para “mejorar” el TLCAN quedó evidenciada como el sueño guajiro que siempre fue. La última ronda mostró que Trump no muda de ideas: es un proteccionista feroz que no entiende las ventajas del comercio.
No sé sabe qué ocurrirá. Las negociaciones ya fueron extendidas hasta los primeros meses de 2018. Tal vez se desplomen antes, o puede que Trump denuncie (firme el retiro) de Estados Unidos del TLCAN pronto o en meses. Esto de entrada llevaría a una larga e incierta batalla judicial sobre si tiene la potestad de hacerlo sin la aprobación del Congreso.
Para entonces estará la campaña electoral con toda su fuerza. Hay algo que se puede pronosticar con certeza: demagogia a granel. Los nominados presidenciales, todos o casi todos, prometerán el oro y el moro: desde crecimiento económico elevado hasta gasolina barata, así como otros subsidios sin fin. Todo, claro, sin subir impuestos o deuda y respetando la autonomía del Banco de México. El circo populista del Estado de México (seguridad de la noche a la mañana, universidades para todos, salarios rosas) magnificado a nivel nacional.
Todo con un mercado petrolero que puede irse de nuevo a pique, gracias a incrementos en la oferta (la producción shale) combinada con una caída en la demanda (desaceleración de economías emergentes como China, o incluso de Estados Unidos). La respuesta de los diputados mexicanos ante ello fue acelerar la velocidad del barco ante el peligro de icebergs: subieron el precio esperado de la mezcla mexicana en 2.50 dólares el barril, a 48.50, cuando la cobertura lograda por Hacienda había quedado precisamente en 46 dólares. Pero es un año electoral, y ya se sabe que a los legisladores siempre les falta dinero para jugar a los Reyes Magos.
Todo puede resumirse en una palabra: incertidumbre. Ante esto no hay señales que la administración tenga en el cajón un plan de contingencia si el vendaval se transforma en huracán. Ahora la retórica es la opuesta: México hasta puede sobrevivir sin TLCAN. Claro que puede, faltaba más, pero el golpe sería brutal para la economía. En eso nadie debe llamarse a engaño.
Es de esperarse que tras la superficie de aparente tranquilidad (por no decir pachorra) se estén ideando medidas drásticas, sobre todo con respecto a la política económica. Ante un nuevo desplome del peso, por ejemplo, ¿intervención masiva con reservas, subida fuerte de tasas de interés, recorte del gasto? ¿Un cierre de sexenio con peso deprimido y recesión? El espectro es gigantesco. Ojalá, contra lo que hoy parece, haya visión para enfrentar ese horizonte que hoy es todo menos soleado.