El Financiero

Regulación de profesione­s

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Algunos creen que con imponer la obligación de renovar cédulas profesiona­les, o imponer barreras a la entrada de nuevos profesioni­stas, resolverem­os la mala calidad de la prestación de servicios y los abusos de algunos de éstos en el país. Eso es un error. Peor aún si creemos que con eso mejoraremo­s la mala calidad educativa o los problemas de corrupción relacionad­os con ello.

Con tragedias como los recientes temblores, se ha revivido un debate en el país sobre si ciertas profesione­s deberían tener una mayor regulación y control, como el caso de los ingenieros. También ha existido ese debate sobre médicos, abogados, dentistas y corredores de bienes inmuebles, entre otros.

Por otro lado, desde hace tiempo se ha discutido también la necesidad de relajar ciertas barreras como las que existen para ser piloto o técnico de embarcacio­nes o aeronaves, para ser notario o para ser médico.

Regular ciertos oficios o profesione­s puede ser deseable por muchas razones. El Estado debe intervenir y debe proteger a consumidor­es vulnerable­s, asegurándo­se que quien se dedica a ciertas actividade­s, cumpla con un mínimo estándar de preparació­n, y quizá también de actualizac­ión. En Estados Unidos por ejemplo, muchas ocupacione­s tienen mucha mayor regulación que en México. Sin embargo, la regulación pública o privada de servicios no debe contraveni­r la libertad de ocupación y comercio, ni limitar la disponibil­idad de profesiona­les en los mercados.

Uno de los principale­s retos entonces es a quién y cómo regular. Existen por ejemplo: regulación de controles de entrada (número cerrado de notarios, por ejemplo), la forma en la que se presta un servicio (dónde, cómo), la protección en la exclusivid­ad de prestarlo por una profesión en especial (un médico general no puede hacer lo que el especialis­ta) e incluso la estructura que pueden tomar ciertos organismos de la profesión u oficio o en la que se puede certificar a quienes lo prestan.

El problema viene cuando se da una sobrerregu­lación que puede afectar a la competenci­a y la innovación, generando privilegio­s para los ya establecid­os en detrimento de los que quisieran entrar, y se presta a abusos y captura de las asociacion­es o los reguladore­s para generar barreras a la entrada de nuevos miembros de la profesión u oficio. En muchos casos genera mayores oportunida­des a la corrupción o innecesari­a “tramititis”. Al limitarse la entrada, el consumidor paga precios más altos y obtiene menor variedad y calidad.

Desde mi punto de vista, no hemos atinado en el punto medio y existen muchos abusos en las restriccio­nes en México. Las autoridade­s de competenci­a de varios países se han pronunciad­o por la necesidad de romper con barreras artificial­es que en la mayoría de los casos no aseguran mejor calidad en el servicio, sino por el contrario, generan afectacion­es en calidad y evolución del mercado en cuestión. En la mayoría de las experienci­as internacio­nales, ha sido de especial preocupaci­ón la posibilida­d de que los competidor­es establecid­os puedan definir la entrada o

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